Hace unos días la IARC (Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer) de la OMS publicó una nota alertando del carácter cancerígeno de la moderna dieta carnívora. La nota ha generado una reacción (esperable) del lobby cárnico, reacción que oscila entre la burla y la defensa de “los puestos de trabajo” de esta industria.
La OMS se ha visto obligada a publicar una aclaración donde puntualizan (reiterando lo escrito en el informe) que lo carcirógeno es el estilo de vida basado en una alimentación cada vez más carnívora. De poco les ha servido, los mismos que aplaudían cuando declaró que no había pruebas de la toxicidad de los transgénicos le niegan ahora valor científico (como lo negaron hace unos meses con la clasificación como cancerígeno del glisofato, el herbicida de Monsanto).
La producción de carne tiene un gran impacto ambiental, este sector genera el 14.5% de los gases de efecto invernadero y para producir una kcal de carne se necesitan 4.000 litros de agua, mientras que una kcal de cereales necesita 500.
Actualmente el consumo medio de carne en el mundo está sobre los 43,xx1kg por habitante y año (118 g diarios) y en los países desarrollados llega a los 79,3Kg (¡217g diarios!), antes de la crisis en los EUA se consumían más de 100kg anuales por persona (274g), y ahora están sobre los 75kg. La tendencia, con la irrupción de carne barata es al alza.
En los países emergentes (China, India y Brasil) no solo están aumentando el peso de la carne en su dieta, sino que empiezan a ocupar los primeros puestos en la “fabricación” mundial. Por ejemplo la India, es el principal productor de carne bovina, en forma de búfalos, especie más barata de criar que las tradicionales europeas o americanas.
Parece que la carne, más allá de su “valor” alimentario, tiene un valor de prestigio social y que las nuevas clases medias (y aspirantes a ella) hacen de su consumo una señal de su estatus, de su posición económica. Por tanto detrás del consumo de carne hay una ideología social, política y económica.
La producción de carne es un caso parecido al de la industria automovilística: la producción ineficiente de unos “objetos” innecesarios, de un gran impacto ambiental y social… Igual que el automóvil se introdujo mediante la destrucción deliberada de otros medios de transporte (por ejemplo Ford acabó con los tranvías de muchas ciudades) o ha condicionado el urbanismo de las ciudades, la industria de la carne, ha destruido el sector agrícola.
Cada vez más tierras productivas se dedican a forraje, legumbres y cereales para consumo animal y a pastos (un 78% de las tierras agrícolas se dedican a esto…), más de la mitad de los cereales se dedican a piensos .
En un mundo donde el número de personas hambrientas o muertas por desnutrición es cada día más grande (aunque el porcentaje sea más pequeño) el uso mayoritario de la tierra para producir carne es como menos inhumano, incluso desde el punto de vista capitalista.
La industria de la carne está cada vez más concentrada en 10 empresas (4 de los EUA, 3 de Brasil, 2 de Europa y 1 del Japón) estas empresas facturan 189.000 millones de dólares al año. Una concentración parecida se produce en la genética animal, controlada por 7 empresas (2 de los EUA, 4 de Europa y una de Tailandia). Tres empresas controlan el 95% de los pollos de engorde (una de Europa, una de los EUA y una de Tailandia).
Los países desarrollados subvencionan enormemente la producción de carne, así las subvenciones llegan a los 52.000 millones de dólares, de todo este dinero el 35% va al bovino, un 29% a la producción de leche (mayoritariamente de vaca) y un 14% al porcino, el resto (un 22%) se reparte entre los huevos, el ovino, la soja, las aves…
*noviembre 2015 – moai *