Recordar que Hitler como gran estratega opresor tambien usó el fútbol y las olimpiadas para propagar su ideología nazi, edificando estadios y coliseos robustos en imagen y en estructuración para irradiar solidéz fortaleza control… y dominio a su imperio o gobierno. Hizo de todo para ganar cada partido u otros deportes para campeonar sobre todo en los eventos en los que Alemania era -dueña de casa- o anfitriona. Perder tan solo algún encuentro deportivo, era símbolo de debilidad de ineficacia … y podría costarle caro a sus equipos que representaban con orgullo patriota a Alemania. También podría costarle caro a quienes osaban ganar a sus equipos deportivos. Es la lógica de todx opresorx: ganar, tener la razón el control el dominio para que sus contrincantes y sus súbditxs le teman. Desde luego hubieron otras figuras presidenciales más que hicieron lo mismo a través del fútbol.
En el contexto actual, tenemos a Donal Trump, millonario (gracias a haberse declarado en banca rota fiscal y fué favorecido con pactos de por medio por el gobierno de estados unidos para darle concesión a la construcción de varios edificios de una ciudad para poder así “recuperarse” teniendo además la ventaja de debido a su banca rota fiscal ya no pagar impuestos –taxes- chequeen las noticias y podrán corroborar esto) y ahora presidente de Estados Unidos de ideología nacionalista que pretende ya sin importarle la diplomacia colocar a su país de nuevo en la cúspide del Poder y del dinero a nivel mundial.
El bloqueo a Huawei (empresa de China que tiene como inversionista al presidente de China) y amenaza a otras empresas del estado de china es una muestra de eso, ya que no solo intenta hacerse del mercado total de la implantación de las redes 5G por un tema de dinero o de control totalitario, sino también para demostrar que él o su país tiene el poder absoluto de hacer lo que a través de su nacionalismo y ansias de poder desean.
Su contraparte también apela al patriotismo para contraatacar, lanza el mensaje que el ataque de Trump no es solo a Wuawei sino también a la patria china y a sus súbditxs, entonces lxs más domesticadxs en tanto a patriotismo civilización y modernidad empiezan a boicotear a las empresas de estados unidos entre ella Apple a través del consumo bajando el nivel de compras de sus iphones o devolviéndolos.
Pero siempre habrá disidentes de toda esa farsa, y como se ha mostrado hace unos días en Hong Kong han atacado algunas sedes gubernamentales como parte no solo del rechazo a la ley de extradición carcelaria, sino a todo el sistema de control total que se recrudece con la hipervigilancia con las cámaras de reconocimienrto facial ahora repotenciadas con la tecnología 5G que el estado de china tiene instalada en dicho territorio.Y no me refiero precisamente a quienes solo protestan para que HongKong deje de pertenecer a China para volver a ser de Reino Unido.
Mientras el estado de China se enorgullece de ser el “tigre de oriente”, sus ciudades están cada vez más contaminadas e intenta lavar esa figura gritando a los cuatro vientos que ahora está apostando por las energías limpias. Ahora con la llamada “internet de las cosas “ (internet of things) se necesitará mucha más energía para alimentar los múltiples aparatos electrónicos, incluídos los autos y hasta las carreteras solares que también necesitará de más minería para construir sus maquinarias productos y herramientas. Dicho estado (como otros de otras regiones) plantea seguir construyendo represas hidroeléctricas para abastecerse, generando aún más impacto ambiental negativo al cerrarle el paso al agua de los ríos hacia su curso natural generando no solo sequías sino también deshecho industrial de sus maquinariaske rompen el equilibrio mediante la contaminación dando como resultado enfermedades y la muerte directa e indirectamente de lxs demás animales de esas zonas.
Regresando a estas tierras en las que hay diversos conflictos socioambientales y también de caracter especista, las herramientas que se usa para apaciguar las revueltas (como la de apurímac que no fué tanto por el medio ambiente, o la de Puente Piedra y el peaje) es la cortina de humo o algún llamado desastre natural o en este caso el fútbol con la Copa América Brasil 2019 (ahora más que perú ha llegado a la final) y se viene este mes los juegos Panamericanos y ParaPanamericanos en las que para su realización el estado ha pagado millones para edificar o sanear infraestructuras deportivas y otro dinero para el Comité Organizador de ese evento a nivel mundial (otra empresa que se vale de sus propias reglas que se superponen a las leyes de cada región o país, al igual que lo hace la FIFA), además de la ya conocida monopolio comercial y exhoneración de impuestos a las empresas aliadas a dicho comité o grupo organizador.
Mediante estos deportes industrializados, refuerzan la ideología patriota del odio a pobladorxs de otros países solo por no haber nacido en este país, y con Chile tanto el estado como el ejército como los medios de prensa (que a cada rato nos salen con noticias que chile dice que el pisco no es peruano que es chileno, o el ceviche o que el mar, o las danzas… ) recrudecen ese recuerdo de la guerra con chile que como toda guerra fué con motivos de expansión comercial y territorial generado por ambos estados y comerciantes (antiguxs empresarixs o artesanxs) y ya a cada partido que hay entre perú y chile le llaman “el clásico del pacífico” para de forma disimulada recordar “la guerra del pacífico”. Y a veces hasta es un peligro públicamente decir (sobre todo cuando juega la selección) que “me importa una mierda si gana o pierde” o peor aún si alguien se atreve a decir “ojalá pierda perú” que hasta tus amiguis cambian de cara al escucharte eso.
*Noticia reflexiva desde Perú en julio del 2019 a 3 semanas del día de la patria*
*Compartimos el siguiente artículo al respecto, desde luego cuestionando siempre ese argumento (como si fuera el único para tumbar al patriotismo) de “considerarnos humanistas”, preferimos llamarnos terrícolas o individuxs o ferales o animales a secas sin apellidxs. Tampoco nos nace eso de estar citando personajes cual si las frases pertenecieran solo a alguien y no a un conjunto.
EL PATRIOTISMO COMO HERRAMIENTA DE CONTROL SOCIAL
“Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad.” — Arthur Schopenhauer.
En todo país del mundo, desde muy pequeños, se inculca a los ciudadanos —consciente e inconscientemente— el amor a la patria, se obliga a memorizar himnos nacionales, símbolos patrios, costumbres autóctonas y en general, se hace pensar que es un orgullo pertenecer a una nación, servirla, sacrificarse por ella y cuidarla. El patriotismo/nacionalismo es una sensación —e ideología— tan arraigada en la mayoría de individuos que son muy pocos los que se aventuran a cuestionar su origen. Siendo escéptico, me inclino a pensar que no es más que una herramienta de control social utilizada para separar a las personas, haciéndolas creer que son diferentes, únicas, especiales, o en el peor de los casos superiores, simplemente por haber nacido casualmente en un pedazo de tierra que tiene diferente ubicación geográfica.
El concepto de país, nación o patria ha variado considerablemente a lo largo del tiempo y del espacio. En la prehistoria, éste simplemente no existía, ya que por la naturaleza nómada de la organización social y la inestabilidad de los sistemas de producción —recolección y caza—, no se necesitaba un pedazo de tierra al que nuestros neolíticos ancestros pudieran llamar “hogar”, “patria” o “nación”. Asimismo, el concepto de propiedad tampoco estaba muy desarrollado, estando éste íntimamente relacionado con el de nacionalidad. En tiempos de las cavernas, los humanos simplemente no tenían la vital necesidad de apropiarse —restringir el acceso a terceros— de bienes materiales que les garantizaran el sustento económico, ya que vivían en relativa abundancia; bastaba combinar el trabajo con el entorno por unas cuantas horas para abastecerse de alimento por días o semanas. Fue con la invención —o descubrimiento— de la agricultura que se dio un drástico cambio de paradigma: la sofisticación de los medios de producción. La revolución neolítica cambió por completo al ser humano y la forma en la que se relacionaba con los demás y con su entorno. La tierra ahora podía manipularse, trabajarse, cultivarse para producir alimentos, criar animales —en vez de cazarlos— y construir viviendas y templos. Esta variación del sistema socio-económico causó que los conceptos de país y propiedad comenzaran —aparejados— a desarrollarse y popularizarse, hasta al punto de que la nacionalidad y la propiedad se han convertido en un “derecho humano” según la legislación y teoría legal actual.
Junto con el sedentarismo y la consolidación de la propiedad como institución jurídico-económica, se empezaron a dar las primeras organizaciones sociales “civilizadas”: la polis, la ciudad. Estas aglomeraciones urbanas, por ser el lugar de interrelación, trabajo y culturización entre las personas, fueron objeto de una especie de “veneración” por parte de sus habitantes.
Paralelamente a las ciudades, se dio también la figura del Estado —gobierno o autoridad— cuya función teleológica en un inicio era establecer lineamientos mínimos —o excesivos— de convivencia entre las personas.
“El patriotismo es la virtud de los depravados.” – Oscar Wilde.
Las primeras grandes ciudades registradas históricamente se situaban en la Antigua Mesopotamia (hoy Irak), y el concepto de país se enmarcaba a los límites territoriales de la urbe. Ciudades como la famosa Babilonia exacerbaban el sentimiento de patria únicamente sobre las personas que nacían, crecían o habitaban dentro de sus murallas. Posteriormente, en la antigua Roma, la patria o nación no sólo era la ciudad, sino también las provincias que formaban parte del sacro imperio. Es por ello que en Roma existía el Ius Civile para ciudadanos romanos y el Ius Gentium para los extranjeros, esto como mecanismo de segregación poblacional y cultivo de patriotismo. En la edad media fueron los reinos, ducados, feudos, etc. En la edad moderna los burgos y las primeras ciudades-Estado (algunas todavía subsisten) fueron las que acapararon el sentimiento de amor y pertenencia de sus habitantes.
En la actualidad, la nación evolucionó al concepto de país. Pero, ¿exactamente qué es esta construcción abstracta y artificial que hemos ideado los humanos para dividir territorial, política, económica, cultural y socialmente nuestro planeta? Incluso el diccionario de la RAE es ambiguo e incapaz de proporcionar una definición concisa, indicando que país es “Nación, región, provincia o territorio”. Estúpidamente, la RAE define nación como “Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno; territorio de ese país”. (Nótense las negritas) ¡Vaya que se entiende claramente qué es un país o una nación! Estas definiciones circulares y tautológicamente falaces no tienen ningún fin útil para el análisis que se pretende realizar en la presente entrada, por lo que se hace pertinente evaluar otras fuentes.
“Patriotismo es tu convencimiento de que este país es superior a todos los demás porque tú naciste en él.” – George Bernard Shaw.
Personalmente, considero que se puede encontrar un concepto más claro de lo que es un país al examinar la definición jurídica de lo que es el Estado: conjunto de personas asentadas en un territorio delimitado que se rigen bajo un ordenamiento jurídico común, emanado de un órgano que ostenta el poder público —gobierno— cuyo fin último es buscar el bien común. Esto es entonces un país: habitantes que comparten una ubicación geográfica, se rigen bajo las mismas leyes, y adoptan ciertas tradiciones, costumbres y valores comunes. Resumiendo, el canceroso patriotismo/nacionalismo no es más que adorar un pedazo de tierra porque se cree que de él se genera la fraternidad entre las personas, y creerlo especial por el simple hecho de haber nacido ahí.
Se comprende el hecho de que haya cierto aprecio, cariño o buenos recuerdos del lugar de crianza, pero de eso a morir por él hay una gran diferencia ¿Exactamente qué es lo que se está defendiendo tan fervientemente al morir por la patria? ¿Serán valores, costumbres o tradiciones? Pero éstos no dependen de la nacionalidad para ser adoptados, sino de la consciencia y educación de la gente. ¿Serán los habitantes? Pero los habitantes pueden vivir igualmente en otra locación geográfica, ya que no están inherentemente atados a una región. ¿Serán los bienes materiales o recursos naturales? Puede ser, aunque morir por objetos físicos no es muy honorable. En mi opinión no es nada. Realmente no se pelea por nada al defender a la patria.
Es por eso que esta construcción artificial que hemos creado: el “país” o “nación”, me parece contraproducente para que el ser humano asimile el hecho que es interdependiente, de que somos un solo planeta. Esta ficción es utilizada por los que ostentan el poder para manipular la consciencia de la gente y asegurarse así también el control de recursos estratégicos. Debemos alejarnos de todo aquello que genere segregación, y entender que —parafraseando a Carl Sagan— la Tierra es un sólo organismo, y un organsimo en guerra consigo mismo está condenado a la perdición.
¿Y cómo se puede controlar a la población con el patriotismo? Fácilmente. Un ejemplo claro fueron los ataques del 11 de septiembre en EEUU, evento que fue clave para lograr un enlistamiento masivo de personas que voluntariamente se unieron a las filas del ejército norteamericano para defender a su “amada patria”, atacada por despiadados, inescrupulosos y envidiosos terroristas. Otro ejemplo fue el Nacional Socialismo (Nazismo), que llamaba a los alemanes a servir a una nación que supuestamente estaba por encima de las otras, que merecía reinar sobre los demás, y ya se sabe como termina esa historia.
“El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”. – Albert Einstein.
Sin el patriotismo, no habría forma de que las autoridades y grupos de poder lograran convencer a los ciudadanos para que voluntariamente se ofrecieran a matar a otros y exponerse a sí mismos a la muerte, sólo para defender una idea abstracta que en realidad no significa nada. El patriotismo es entonces clave para las guerras, y las guerras son claves para los negocios. Hay dinero de por medio en el patriotismo, claro que sí.
Si los humanos lográramos borrar esa barrera artificial de la nacionalidad, eliminando las fronteras territoriales y nos apreciáramos por lo que somos, habitantes de la Tierra, unidos por un vínculo natural, conscientes de que somos interdependientes, no habría forma alguna de que pudiéramos ser manipulados para aplastar a nuestro prójimo por el simple hecho de ser originario de una locación distinta. No habría forma alguna de que nos tragáramos el cuento xenófobo de que los extranjeros representan un peligro para nuestro modo de vida y nuestras constumbres, y por lo tanto hay que combatirlos —hasta la muerte en muchos casos—. Paul Valèry una vez dijo: “La guerra es una masacre entre personas que no se conocen para el beneficio de personas que sí se conocen pero no se masacran”.
Otro francés, Jean Paul Sartre, mencionó que “cuando los ricos se declaran la guerra son los pobres los que mueren”. Ambos no podrían haber estado más acertados. Los pobres patriotas son los que derraman la sangre en los campos de batalla, mientras los ricos, más fieles al oro que a la bandera, se sientan cómodamente a observar desde una distancia segura todo lo que sucede, esperando que el conflicto termine para recolectar los frutos. Nathaniel Rothschild personificó lo anterior: el acaudalado indescrupuloso sin fronteras.
Pero las guerras sólo son un aspecto. La desunión también es un interés fundamental de los manipuladores si es que su fin último es la perpetuación del poder. Es rotundamente necesario que nos veamos los unos a los otros como alienígenas, sin objetivos en común, sin organización social para que la estructura de poder se pueda mantener. El statu quo dejaría de preservarse si repentínamente todos nos diéramos cuenta que somos iguales, que nuestras necesidades son las mismas y que cooperativamente podemos lograr más cosas que individualmente. No dejemos que nos dividan, no dejemos que nos venzan. El famoso divide y vencerás de Machiavelli. Los beneficios de la colaboración superan abrumadoramente a los de la competencia, de eso no hay duda.
Otra “aplicación” del patriotismo, es la consumista asociación de bienes y servicios comercializables con el lugar en donde se fabrican. Se nos trata de vender cerveza, comida, vehículos, electrodómesticos, cemento, hidrocarburos, servicios bancarios, educación, etc. etc. bajo el absurdo lema de ¡Orgullo nacional! Y lo más patético es que en efecto funciona. Ingenuos consumidores interactúan en el mercado ciegamente, en su mayoría basando decisiones no en el precio, calidad o cantidad, si no en el lugar de fabricación de un producto. Siendo el nacionalismo/patriotismo un as bajo la manga de los mercadólogos, se presenta como una herramienta perfecta del sistema capitalista actual, el cual sabe muy bien transformar casi cualquier cosa en lucro, y por ende en control económico. “No hay que ser malinchista, hay que comprar nacional” dice por ahí uno que otro perdido.
Complementariamente, es notorio que los eventos deportivos son extremadamente útiles para cultivar este abstracto sentimiento patriótico. Repetitivos campeonatos de mútiples disciplinas se realizan todo el año en todo el mundo, esperando que las masas idiotizadas apoyen ciegamente a participantes sólo por el simple hecho de provenir de una región similar —ni siquiera de una cultura en muchos casos—. Son acontecimientos tan irrelevantes como juegos de fútbol, carreras de carros, o cualquier otra insensatez las que hacen a las personas creer que deben agruparse las unas contra las otras. Se levantan barreras artificiales que resaltan nuestras diferencias y opacan nuestras similitudes. Asimismo, el desarrollo de simbología es vital para culminar el adoctrinamiento. Banderas, escudos, marchas, himnos, saludos y cualquier tipo de señal que artificialmente cree la sensación de “unión” entre las personas. La esvástica, el águila calva, la ceiba, el escudo de armas, La Marsellesa, la banda marcial, todos los anteriores son instrumentos de adormecimiento, de atrofiación, de supresión, de restricción del pensamiento crítico. Ese falso sentido de pertenencia emanado del nacionalismo y todos sus derivados es una ilusión, causa más desunión entre la humanidad.
Es por eso que me gustaría invitar a la gente a reflexionar, a liberarse de esta atadura mental que restringe nuestra calidad de humanos para hacernos creer que somos diferentes, cuando realidad somos mucho más parecidos de lo que creemos, al punto de que dependemos de los demás para tener una vida plena, feliz y próspera. Veámonos a todos como las personas que somos, no como guatemaltecos, estadounidenses, salvadoreños, italianos, africanos, asiáticos, negros, blancos, indígenas, ricos, pobres, de izquierda, de derecha, cristianos, musulmanes, creyentes, escépticos, jóvenes, viejos, mujeres, hombres, etc. Llamémonos humanos. Seamos humanistas.
“Nunca se tendrá un mundo tranquilo hasta que se extirpe el patriotismo en la raza humana.” – George Bernard Shaw.