Hubo un tiempo en el que el movimiento ecologista obraba para proteger el mundo natural de la insaciable exigencia de esta cultura extractivista. Una parte del movimiento todavía trabaja en ello : alrededor del mundo, activistas de terreno y sus organizaciones luchan desesperadamente con el fin de salvar tal o tal criatura, tal o tal planta u hongo, tal o tal lugar, y todo por amor.
Comparemos esto a lo que ciertos activistas llaman ; el complejo conservador-industrial — grandes grupos ecologistas, enormes fundaciones « medioambientalistas », neo-medioambientalitas, algunos universitarios — que han cooptado una gran parte del movimiento hacia la « sustentabilidad » , una palabra cuyo sentido se perdió y que hoy significa, « hacer de tal manera que esta cultura continúe el más largo tiempo posible ». En lugar de proteger nuestra sola y única casa, estos tratan de « apoyar » esta misma cultura que está matando el planeta. Y a menudo son muy explícitos en sus prioridades.
Por ejemplo, la reciente « carta abierta a los medioambientalistas sobre la energía nuclear », firmada por un cierto número de universitarios, biólogos y otros miembros del complejo conservador-industrial, declara la producción de energía a partir de la energía nuclear « sustentable » y explica que en razón del calentamiento global, la energía nuclear juega un « rol clave » en la « conservación mundial de la biodiversidad ». Su entera argumentación está basada en la hipótesis según la cual la utilización industrial de la energía es, como lo dice Dick Cheney, no negociable — a tomarlo como un dato inmutable -. ¿Y para qué servirá esta energía ? Para continuar la extracción y la transferencia – para convertir las ultimas criaturas vivientes y sus comunidades en mercancías muertas.
Su carta dice que deberíamos dejarnos guiar por “pruebas objetivas”. El reconocimiento de esquema es un signo de inteligencia : expongamos un esquema y veamos si podemos reconocerlo en los 10 000 últimos años. Cuando usted piensa en Irak, ¿le hace pensar en bosques de cedros tan densos que la luz no puede alcanzar el suelo ? Eso era el caso antes del advenimiento de esta cultura. El Medio Oriente era un bosque. África del Norte era un bosque. Grecia era un bosque. Todos fueron cortados con el fin de sostener a esta cultura. Los bosques nos preceden y los desiertos nos siguen. Había tantas ballenas en el Atlántico que representaban un peligro para los barcos. Había tantos bisontes en las grandes praderas que usted podía pasar 4 días mirando desfilar la misma manada. Había tantos salmones en el Pacifico Noroeste que usted podía oírlos horas antes de su llegada. La prueba no es solamente “objetiva” sino abrumadora : esta cultura desangra la Tierra de su agua, del suelo, de sus especies y del proceso de vida en sí, hasta reducirlo todo a polvo.
Los combustibles fósiles han acelerado esta destrucción, pero estos no la han causado y pasar de los combustibles fósiles a la energía nuclear (o a las eólicas) no va a parar absolutamente nada. Puede ser que tres generaciones de humanos puedan conocer este nivel de consumo, pero una cultura basada en la extracción no tiene futuro. Los biólogos de la conservación deberían ser los que mejor entiendan que el extractivismo no puede durar y que no debería tomarse como un conocimiento u adquisición en términos de política económica – y todavía menos como modo de vida — .
Estamos más que a tiempo para que aquellos de entre nosotros cuya lealtad reside con las plantas, los animales salvajes y los lugares, retomen las riendas del movimiento de las manos de los que utilizan su retórica para apoyar un acelerado ecocidio. Estamos más que a tiempo para que entendamos que un modo de vida extractivista nunca tuvo futuro y solo puede terminar en derrumbamiento biótico. Cada día esta cultura extractivista continua y 200 especies ensombrecen en las penumbras de la extinción. Resta muy poco tiempo para parar la destrucción y comenzar a reparar. Y la reparación es todavía posible : las praderas, por ejemplo, son tan competentes en su capacidad de almacenar carbono que restaurando el 75 % de las praderas del planeta, la tasa atmosférica de CO2 podría recaer por debajo de los 330 ppm en menos de 15 años. Esto también permitiría la restauración de hábitats para un número incalculable de criaturas. Los mismos argumentos pueden ser propuestos a propósito de la reforestación. O, se debe saber que por las 450 – y más – zonas muertas de los océanos, solamente una ha sido restaurada y por si misma. ¿Como ? La caída del Imperio Soviético hizo imposible la agricultura en la región cercana al Mar Negro : con la desaparición de la actividad destructora, la zona muerta desapareció y la vida hizo su regreso. Realmente es tan simple como eso.
Se pensaría que los que pretenden mortificarse por la biodiversidad adorarían tales « pruebas objetivas ». Pero en lugar de eso, el complejo conservador-industrial promueve la energía nuclear (o las eólicas). ¿Porqué ? Porque restaurar las praderas y los bosques y desmantelar los imperios no pega al programa extractivo de los señores del mundo.
Esto, así como otras tentativas de racionalización de medios cada vez más desesperados que permiten continuar impulsando a esta cultura destructiva, dan claro testimonio de la demencia. El problema fundamental al cual nos enfrentamos como ecologistas y como seres humanos no es la búsqueda de nuevas fuentes de energía que permitan que esta destrucción continúe todavía un poco más, sino de ¡ponerle fin!. La amplitud de la importancia sobrepasa el raciocinio. Montañas se derrumban. Los océanos mueren. El clima mismo ha sido tocado y son nuestros hijos que descubrirán si no es que sin esperanza. La única certitud es que nuestra sola y única casa, que antes rebosaba de vida en constante expansión, no será más que una simple piedra si no hacemos nada.
Nosotros, los firmantes, no hacemos parte del complejo conservador-industrial. Muchos de nosotros somos activistas ecologistas de toda la vida. Ciertos de entre nosotros son indígenas cuyas culturas viven realmente de manera sustentable y respetuosa de todas nuestras relaciones desde mucho antes que esta cultura dominante comenzara a explotar el planeta. Pero todos somos seres humanos que admiten ser animales y que como los demás, tienen necesidad de un hábitat vivible en un planeta vivo. Y nosotros amamos a los salmones y a los perritos de la pradera y a las gaviotas negras y a la naturaleza salvaje, más que a este modo de vida.
La ecología no se trata de aislar a esta cultura de las consecuencias de sus actividades destructoras del mundo. Tampoco se trata de tratar de perpetuar esas actividades destructivas del mundo. Nosotros nos reapropiamos la ecología para proteger al mundo de esta cultura.
Y aún más importante, nos reapropiamos esta Tierra, que es nuestra única casa y la sacamos de las garras de esta cultura destructora. Amamos esta Tierra y defenderemos a nuestra bien amada.
Derrick Jensen