Nota introductoria Cuando he escrito el ensayo “Feral Revolución” a finales de los años 80, una parte de mis intenciones era la de separarme de una tendencia primitivista que entonces pensaba que tenía demasiada importancia en la pequeña parte del ambiente anarquista que estaba desarrollando una crítica a la civilización. El primitivismo, particularmente el que se expresó en las páginas de Fifth Estate, parecía llevar adelante una tendencia hacia modelos preestablecidos y respuestas preestablecidas, y yo he visto en esto el primer paso para lanzarse a la política, para hacer de nuestras ideas una ideología favorable a sistemas políticos radicales.
No era hacia un modelo fijo que teníamos que hacer avanzar nuestro proyecto, más bien hacia una valiente voluntad de afrontar lo desconocido de la revuelta real y de sublevar las cuestiones que desafían verdaderamente nuestra existencia actual en su totalidad. Sentía que el concepto de “salvaje” era bastante indefinido como para inspirar esta discusión, en particular si su objeto era la entera existencia civilizada. Pero “Feral Revolution” era bastante ambiguo como para permitir que el primitivismo lo absorbiera – esto puede explicar los motivos por el que es la más difundida de las piezas que he escrito. Basta con comparar el primitivismo (idealizado) con el salvaje, y el salvaje ya no es un desconocido para descubrir y explorar, sino un modelo conocido al que volver. No quiero llegar a las raíces de la cultura no civilizada implícita en esta construcción. Hace unos años escribí “¿Entonces, como volvernos salvajes?” para reafirmar el aspecto más importante de mi idea de “salvaje” como incógnita dentro de la discusión. Como estará claro con este escrito, mi crítica de la civilización no ha nacido del pensamiento primitivista ni del ecologismo, sino del examen de la alienación, del control y de la explotación impuesta a casi todos los humanos de esta sociedad. Por esto mi interés nunca ha sido el retorno de la tierra a un imaginario estado paradisíaco y originario – que sería solo un programa político como los otros, en busca de adhesiones – sino la creación de un proyecto con la finalidad de una ruptura con el mundo presente y la abertura de todas las posibilidades para explorar y experimentar. Para mi la crítica de la civilización antes de todo es un instrumento teórico para el desarrollo de este proyecto, un proyecto que quiere ir hacia aquella revolución que puede justamente ser llamada un “momento colectivo para la realización individual”. Esta es una visión ligeramente modificada del fragmento.
¿Entonces, como volvernos salvajes? Notas incompletas para discutir y poner en práctica
La destrucción de la civilización – aquella red de instituciones, sistemas y estructuras que forman el Estado, la economía, la tecnología, la religión, la familia y cada forma de dominio y de control – y la caída de la domesticación para mi son objetivos revolucionarios, lineas para seguir hacia una manera de vivir la insurrección contra el presente. Aún que se interpreten como negativas, hay una visión positiva detrás de la negación. Esta visión positiva puede ser expresada en términos de “wilderness” (estado salvaje). Pero el estado salvaje – especialmente como meta a alcanzar por parte de los individuos en revuelta contra la domesticación y la civilización- es un enigma. No puede haber experimentos con una vida humana salvaje, ningún líder que nos pueda conducir ahí, ni tampoco el/la compañerx que ha vivido en el bosque durante los últimos 15 años y la ha mirado a través de las lentes civilizadas como “Naturaleza”, “Madre Tierra”, “El círculo de la vida”, considerando-se juez de quién conoce o no “el estado salvaje”. Para quién pueda leer este escrito, y por eso evidentemente es civilizado, el estado salvaje es un concepto, una idea, que puede inspirar revuelta; pero el potencial para inspirar la revuelta no nace de cada respuesta que esta idea parece dar (las ideas de libertad que no se han vuelto una ideología tampoco proporcionan ninguna respuesta) sino de las preguntas y los problemas que plantea.
Nuestro análisis de la cuestión del estado salvaje humano puede, naturalmente, incluir el análisis de lo que sabemos de las personas no civilizadas y de como vivían, pero esto solo es útil si reconocemos que toda esta consciencia ha sido filtrada por las lentes civilizadas de ciencias como la antropología, la arqueología, la paleoontología. Debemos evitar la ilusión de poder imitar o “volver” a los modos de vida de estas personas. Incluso si quisiéramos intentar imitarlos, sería la imitación de una imagen estática de esta gente como nos viene presentada a través de nuestras lentes civilizadas, más que revivir la dinámica de relaciones reales entre la naturaleza y su sociedad. Lo más importante para aprender de las análisis de los estudios antropológicos de los pueblos no-civilizados es que ellos han sido capaces de vivir, y vivir bien, de diferentes maneras sin todas las presupuestas ventajas proporcionadas por el conjunto de los sistema sociales y tecnológicos comprendidos en lo que nosotrxs llamamos civilización. Pero aún, una realización así, libre de cada estructura ideológica, no proporciona respuestas. Más bien, plantea cuestiones que requieren la experimentación y la valiente exploración de posibilidades. Yo lo enfatizo continuamente, ya que demasiado a menudo la retórica de los anarquistas anti civilización se nutre de ascetismo y de una moral del sacrificio, mientras yo considero la revuelta contra la civilización precisamente una revuelta contra el ascetismo impuesto por las instituciones de la civilización, una revuelta contra la canalización del deseo en la producción, en el consumo y en la reproducción social. En nuestro ambiente ya ha habido muchas buenas exploraciones de lo que las culturas no civilizadas pueden significar para nosotrxs. Yo exploraría más bien que puede significar “volverse salvajes” como práctica de insurrección en el presente. Una cosa para aprender del examen de la antropología, de la historia y de un examen cuidadoso de nuestro presente es que los seres humanos son criaturas extremadamente variadas y adaptables. Parece absurdo hablar de “naturaleza humana” en base a lo que conocemos de las relaciones que los seres humanos tienen entre ellos y con el mundo que les rodea. Los seres humanos parecen poseer pocos – o ninguno- instintos, y estos pocos instintos, si existen, parecen implicar la vía de la menor resistencia. Así, “volvernos salvajes” podría perfectamente requerir la represión de nuestros instintos. Pero el nivel de variedad y de adaptación de los seres humanos indica que los individuos son capaces de esta represión. La aparente falta de una naturaleza específicamente humana es lo que ha permitido a los seres humanos ser domesticados, volverse seres civilizados, pero también abre la posibilidad de revuelta contra esta condición, una revuelta que podría destruir esta condición y transformarse en algo nuevo – ya que las experiencias que hemos tenido como seres humanos civilizados no desaparecerán simplemente, pero influirán sobre lo que seremos. Por esto un “estado salvaje” post-civilización no sería un retorno a una condición pre-civilizada, sino una exploración de nuevos modos de realización con el mundo entorno a nosotrxs libre de los limites impuestos por las instituciones de la civilización. Todo su significado se comprendería solo en el momento de su creación y cambiaría en cada momento con la dinámica fluctuante de interacciones, del mundo, especialmente en su estado salvaje.
Todo esto puede parecer abstracto. Después de todo para el individuo civilizado el estado salvaje es un concepto abstracto. I permanecerá así hasta que no se saquen inspiraciones de esta idea – no como ideal que baja desde lo alto, sino como concepto de la vida que se desea crear aquí y ahora – para sublevarse en la rebelión activa contra la propia domesticación y contra todas las instituciones de la civilización que lo imponen. Los individuos que han sido inspirados de este modo desarrollan una ferocidad comparable a la que tienen muchas criaturas salvajes – animales que una vez domesticados se han vuelto salvajes – pero el individuo humano puede dirigir esta ferocidad hacia los objetivos precisos en una insurrección voluntaria contra las fuentes de la domesticación reconocidas como tales. Lo que estoy diciendo es que para que haya una insurrección contra toda la civilización el estado salvaje no es una respuesta, no es una solución definitiva a la que un día llegaremos, sino más bien una pregunta, una tensión con la que luchar cada día. Por eso para nosotrxs la práctica del estado salvaje debe ser una experimentación perpetua que incluye la creación voluntaria de cada momento de la propia vida por si misma y el rechazo voluntario, a través de la acción destructiva, de cada forma de dominio – es decir de la domesticación y de la civilización como nosotrxs la conocemos. Esta experimentación nos transformará y transformará nuestros modos de relacionar-nos con el mundo. En el contexto de la civilización, esta puede ser la mejor comprensión practica de lo que el estado salvaje puede ser para nosotrxs.
Aquí no hay respuestas, solo preguntas. Y es la imposición de respuestas lo primero que nos lleva a la domesticación, y solo haciendo-nos preguntas del modo más cruel e intenso seremos capaces de superar todo esto y volvernos únicamente nosotrxs mismxs.