El miedo de la libertad – LAS NUEVAS FRONTERAS DE LA CONNIVENCIA CIUDADANA

Los nuevos proyectos del Poder

El poder evoluciona y junto a él sus estrategias de dominación también. La democracia representativa está en crisis, y la confi anza de muchas personas frente a la su política se está cayendo des de hace años, como testimonio de un abstencionismo electoral cada vez más marcado. Mientras que las crisis sociales y ecológicas se agravan, los representantes del poder cada vez són menos capaces de mantener sus promesas, y las contradicciones de un sistema insostenible les explotan en las manos cada día más. Por lo tanto el poder busca una nueva estrategia, que es la tendencia de quien gobierna a implicar cada vez más activamente a sus propios súbditos en la gestión de su propia miseria.

Se ha dado cuenta de que si los habitantes de una ciudad o de un país tienen la impresión de ser parte activa en la gestión de la porción del territorio en el que viven, es mucho más fácil que estos se vuelvan amigos de las instituciones y estén preparados para defender el sistema y los valores que este propaga que las instituciones locales tienden a adoptar cada vez más canales de “planificación directa” (sondeos online, asambleas públicas etc.) a través de los cuales los ciudadanos pueden contribuir en aspectos de poca relevancia e ilusionarse de participar activamente en la administración de las ciudades y en la gestión del poder. 

Además, cada vez es más frecuente, ver a grupos de ciudadanos o habitantes de algunos barrios organizarse dentro de asociaciones o comités, a menudo dirigidos por algún concejal o político, sobre varias cuestiones respecto al territorio en el que viven. Lo que es verdad es que la participación o la autoorganización del ciudadano en estos grupos esta promovida, estimulada o tolerada por las instituciones cuando es funcional para la difusión de los valores democráticos, mientras que es reprimida y desanimada si corre el riesgo de tomar direcciones no recuperables por el sistema, por ejemplo cuando grupos o individuos anti-autoritarios hacen tambalear peligrosamente la inofensividad de la protesta.

Es idea “inteligente” de las izquierdas y de los partidos populistas como el Movimiento 5 Estrellas, la de la democracia participativa, que apunta a reducir cada vez más las distancias entre quien gobierna y quien está gobernado, obviamente no des de un punto de vista material sino des del punto de vista de compartir los valores. Pero las diferencias de clase y los privilegios entre las diferentes componentes sociales permanecen muy marcadas, se omiten del discurso, y ya no implican necesariamente una supuesta elección del lado en el que estar, si con quien defi ende el poder o quien lo combate.

Hoy nos encontramos inmersxs en una configuración social totalmente nueva, y de la que aún nos cuesta comprender las implicaciones. En las zonas urbanizadas, y no solo ahí, está surgiendo una nueva comunidad invisible que más que compartir la pertenencia a un mismo contexto social y de clase (aunque implica sobre todo a la clase media) comparte la adherencia a los valores ciudadanos, que de hecho son los mismos que propaga el sistema. Al lugar de la atomización y de la alienación que caracterizaban hasta hace poco tiempo la vida en las ciudades y que mantenían a las personas separadas las unas de las otras, últimamente está surgiendo una nueva y preocupante fuerza de cohesión social de masa: la defensa del sistema que nos oprime.

Algunos ejemplos preocupantes son parte de la crónica de los últimos meses. Lo que ha sucedido después de los enfrentamientos del 1 mayo en Milán contra la abertura de la Expo es emblemático. Dos días después de la manifestación que ha causado grandes daños a bancos, tiendas y coches de lujo, miles de ciudadanos -los medios hablan de 20.000, el 1% de la población de milano- han salido a las calles armados con esponjitas y desinfectante y han limpiado las paredes del centro de la ciudad de los indecentes escritos que dejaron los manifestantes, bajo el eslogan “¡Que nadie toque Milano!”.

Una idea del PD [Partido Democratico] vendida por “movimiento espontáneo de los milaneses y ciudadanos” en revuelta contra la que describen como “violencia devastadora” -no contra la expo sino- contra el centro de la ciudad, su corazón, su imagen, su vitrina frente a los turistas y visitantes. Una idea que efectivamente ha recogido números impresionantes y revela cuanta gente hay compartiendo los valores que el sistema les ha hecho tragar con facilidad. Des del palco de la manifestación, como está previsto, alcalde y asesores no han perdido la ocasión para condenar el “abuso y la violencia” de los manifestantes exaltando el prestigio que la Expo habría dado a la ciudad. Un verdadero ejemplo de democracia participativa, de auto-organización des de abajo (pilotada) por la ciudadanía hacia el objetivo de la defensa del orden establecido. Como en otros casos, son fundamentales los instrumentos como las redes sociales para mantener una conexión directa (o supuestamente directa) entre ciudadanos e instituciones y para difundir rápidamente citas como esta para implicar a los ciudadanos más voluntariosos.

Después del éxito de “¡Que nadie toque Milano!”, la administración de la ciudad ha pensado seguir alargando la brecha que se abrió en la confianza de los ciudadanos hacia las instituciones, e idear otras iniciativas de participación directa. Así ha nacido #bellamilano (con la almohadilla, para estar más a la moda), en la que participan asociaciones para la tutela de los bienes comunes (de esas que se comprometen en la lucha contra los grafi tis en los comités de inquilinos de las casas populares, des de las asociaciones de comerciantes hasta los comités de barrio), las empresas de limpieza del ayuntamiento -que ponen a disposición los instrumentos y la maquinaria necesaria- y ciudadanos voluntarios que quieren ayudar a limpiar diferentes zonas de la ciudad de pintadas, basura, etc., “para continuar con el compromiso de implicación de los ciudadanos de cuidar sus ciudades”.

Por otra parte, en otra iniciativa organizada por el Ayuntamiento de Lombardia, Protección Civil y otras entidades han visto implicados a los ciudadanos milaneses en las operaciones de limpieza del rio Lamboro para prevenir las inundaciones. Surge la sospecha de que estas estrategias de las instituciones milanesas tienen algo que ver con el proyecto “100 Resilient Cities” promovido por la Fundación Rockefeller” – si, la misma que en el siglo pasado ha fi nanciado la difusión de la eugenética, de la “revolución verde” y de las biotecnologias en todo el mundo. De hecho la Fundación Rockefeller ha destinado 100 millones de dólares a las ciudades seleccionadas para este proyecto -entre las que hay Milano-, y se propone ayudarlas a volverse más resilientes.

Por resiliencia se entiende la capacidad de un organismo para adaptarse a las emergencias y a los cambios climáticos, sociales, económicos: en el caso de las ciudades, ideando estrategias de adaptación frente a eventos imprevistos como desastres naturales, revueltas urbanas o cualquier cosa, y aplicando estrategias urbanas de recualificación en las zonas periféricas. Entre las diferentes áreas de intervención hay una que se llama “resiliencia social y de la colectividad”. Pero es difícil encontrar información sobre los proyectos concretos que tiene, que por lo que parece se mantienen ocultos.

Los valores del sistema

De estos ejemplos surge uno de los valores fundadores de la vida del ciudadano metropolitano, bien integrado, de clase media: la defensa de la decencia. La defensa de la decencia es la desesperada defensa de la apariencia. Mientras que el espacio urbano en el que nos movemos se vea limpio, ordenado y organizado, y la rutina transcurra tranquila y de manera previsible, es más fácil ilusionarse pensando que no hay problemas en nuestras propias vidas ni en el mundo que nos rodea.

La ciudad debe aparecer bonita (una contradicción ya de por sí), su reputación y su imagen son defendidas, porqué el verdadero ciudadano se identifica con la ciudad en la que vive como un nacionalista se identifica con la nación. ¿Cuales son de hecho las cosas que más molestan al ciudadano dotado de buen sentido cívico? El hecho de que haya quien no paga el billete en los medios de transporte públicos, la abundancia de excrementos de los perros en las aceras, la porquería en los parques y en las calles, los agujeros en el asfalto, y sobre todo la presencia de personas indecentes que viven en la ciudad y estropean su imagen respetable: prostitutas, mendigos, gitanos, migrantes, sin techo, vagos, drogadictos, vendedores ambulantes, punks, okupas, anarquistas… e inadaptados de la sociedad, que alteran el sentido estético del buen ciudadano y dañan su sueño de ciudad totalitaria (además de hacer bajar el valor adquisitivo de los inmuebles de la zona).

Otras noticias recientes de crónica italiana hablan de grupos de ciudadanos que se auto-organizan junto a grupos de extrema derecha contra la llegada de personas migrantes destinadas a ser alojadas en estructuras de su territorio. Esto ha sucedido durante el mes de mayo 2015 en Marino, en las puertas de Roma, donde la protesta ha culminado con un ataque a la estructura preparada para albergar a los migrantes, y se ha repetido en la misma provincia romana (en Casale San Nicola), en julio: Donde durante tres meses los habitantes han organizado un piquete permanente cerca de la ex escuela donde habrían tenido que ser destinadas las 100 personas migrantes, bloqueando la calle para no dejar pasar a nadie y cantando el himno nacional.

Casa Pound [grupo fascista] también se ha unido a las protestas de los vecinos ya que ha encontrado terreno fértil para sus propias ideas xenófobas y nacionalistas. Cuando ha llegado un autobús con algunas de las personas destinadas a la ex escuela, los militantes de Casa Pound y los habitantes de la zona han intentado bloquearlo enfrentándose con las fuerzas del orden. Una escena similar sucedía casi al mismo tiempo en Quinto de Treviso, cuando los residentes (apoyados por Forza Nuova [otro grupo fascista]) han llevado a cabo dos días de protestas por la llegada de 100 refugiados. Durante la noche algunos de ellos han entrado en los apartamentos destinados a los refugiados y han tirado a la calle muebles, colchones y otros objetos para quemarlos, otros han acampado con tiendas delante de las viviendas. Así han conseguido convencer a las instituciones para que cambiasen la estructura en la que las personas migrantes habrían sido destinadas.

En este y en otros casos, la autoorganización de los ciudadanos y su implicación en la “gestión del territorio” adquiere explícitas connotaciones racistas y xenófobas y reflexiona sobre los valores realmente compartidos por algunas comunidades, que por supuesto no son la solidaridad, el apoyo mutuo y el antifascismo sino la defensa de la propiedad y el miedo al extranjero. “Emergencia y seguridad” es un concepto que ya se ha vuelto de uso común en los últimos años.

Mass media y políticos han creado meticulosamente un clima de terror constante y desconfianza hacia el otrx (normalmente extranjero) para justificar la militarización (cada vez mayor) de las calles y el aumento de la vigilancia. Telediarios y periódicos amplifican y hacen resaltar las noticias más espectaculares hablando de asaltos violentos, violaciones, homicidios y atracos, especialmente si son realizados por personas no blancas o no italianas, para fomentar más miedo y la demanda de más seguridad.

La instalación de cada vez más cámaras de vigilancia y el envío a las calles de un número siempre mayor de patrullas de policías o militares no son impuestos, sino solicitados directamente por los habitantes de la ciudad atiborrados por la propaganda mediática, que viven en la desconfianza y en el miedo, convencidos de no poder salir más a la calle sin algún tipo de protección. Cuando ni siquiera el Estado es capaz de satisfacer la creciente demanda de seguridad que solicitan lxs ciudadanxs, estos se auto-organizan en rondas nocturnas de barrio o a la caza de ilegales, prostitutas y “zingaros” (a menudo dirigidos por grupos neo-fascistas que han entendido bien que es lo que a la gente le interesa).

Los proyectos de Control del Vecindario (Neighbourhood Watch), que nacieron en los Estados Unidos durante los años 60-70 y después fueron exportados a Inglaterra, también se están difundiendo en Italia. Estos grupos ya están activos en más de 110 municipios de Italia, formados por ciudadanos voluntarios, que se auto-organizan para controlar la zona entorno de sus propias viviendas, señalando a personas o movimientos sospechosos para prevenir robos, grafitis, vandalismo y así sucesivamente.

Así, la colaboración entre vecinos para el control de la seguridad del territorio en el que viven contribuye a aliviar el trabajo de las fuerzas del orden y a reforzar un sentido de comunidad basada en la clausura y en la defensa de la propiedad privada, resultando extremadamente útil para el sistema. El uso del concepto de legalidad – estrechamente vinculado con el de seguridad -como división entre justo y erróneo, ya forma parte de la mentalidad común. Hace tiempo que las instituciones hacen un llamamiento a los ciudadanos para que denuncien las situaciones de ilegalidad que noten en las zonas donde viven: ocupaciones de casas, venda de droga, vendedores ilegales, robos etc. invitando a la delación.

Y funciona. No es una novedad que sean justo los “buenos ciudadanos”, aún más que la policía, los verdaderos responsables de la detención de muchas personas dedicadas a actividades ilegales, con su velocidad para llamar a las fuerzas del orden cuando algo anormal resalta en sus rutinas cotidianas. Los barrios tienen mil ojos, detrás de cada ventana… Por la defensa de la legalidad y por el proprio sentido de deber cívico, los ciudadanos más cobardes quizás también se descubren héroes y están dispuestos a arriesgar su propia vida para detener a un atracador, un ladrón, quien rompe una vitrina o escapa de la policía (sin ni siquiera conocer porqué lo hace).

Hay que decir que tal vez los ciudadanos no solo la toman con quien es extranjero o subversivo, sino también con las instituciones y los políticos locales, aunque seguramente con mucha menos rabia. En estos años han nacido una serie de comités y grupos de ciudadanos que se organizan y se movilizan en oposición a algunos proyectos específicos de las instituciones respecto al territorio en el que viven, quizás con intenciones admirables (salvar algunos espacios verdes de la especulación sobre construcción o de nuevas infraestructuras para transportes etc.) pero que realmente nunca consiguen ponerse en una perspectiva de conflictividad con el poder ni profundizar la propia crítica hiendo más allá del objetivo práctico inmediato que se han puesto.

Normalmente estos comités de protesta reúnen ciudadanos que provienen de ambientes de izquierda, aunque últimamente cada vez más grupos de derecha intentan infiltrarse en estos movimientos. El discurso que se aplica es claramente reformista ya que la protesta está muy atenta a no salir de los límites de la legalidad, y la mediación con el poder es el único horizonte concebible de victoria. Por esto las instituciones no se preocupan de reprimir a estos movimientos ya que son totalmente inofensivos. Además son un buen terreno de reclutamiento para partidos de izquierdas o populistas en búsqueda de nuevos adherentes.

Los movimientos sociales han contribuido enormemente a crear esta mentalidad de mediación con el poder. Especialmente des de los años 80 en adelante, los diferentes movimientos reformistas y para los derechos civiles que pedían incluir en la sociedad algunos grupos oprimidos y que reivindicaban la reforma de algunos aspectos del poder sin poner nunca en discusión su existencia, no han hecho nada más que reforzar el sistema enseñándole como aparecer más inclusivo y benévolo.

La satisfacción de peticiones parciales que no cambian nada de la naturaleza del dominio siempre ha servido para apagar des del principio la rebelión de la mayoría de las personas y para apartar (incluso con el uso de la violencia) a aquellos pocos irreductibles que en cambio amenazan con volverse verdaderamente peligrosos.

Hoy, partidos como el Movimiento 5 Estrellas no solo se sientan en el parlamento sino que están siempre preparados para implicarse en muchos de los comités ciudadanos que nacen espontáneamente contra algunos proyectos del territorio, con la idea de un participación activa de todos para mejorar juntos la democracia. Obviamente representantes de partidos, instituciones locales o asociaciones políticas hacen incluso de perros guardianes de las protesta, garantizando que esta no salga nunca de la frontera de la estéril indignación civil o de los límites de la legalidad (excepto alguna acción simbólica de desobediencia civil que puede ser concedida, tal vez, para encender la atención de los mass media).

En el caso de que alguien no alineado superase aquella línea, no dudan en desvincularse y tomar distancias que dejan bien claro cuál es el límite que no se puede superar. Por lo tanto la legalidad permanece uno de los criterios primarios e imprescindibles de estas movilizaciones.

Cuando un grupo de ciudadanos protesta contra una obra nociva, por ejemplo, ¿qué métodos se usan y qué motivaciones se expresan? Normalmente se usan todos los instrumentos legales concedidos por la democracia: recursos al tar, habilidades de los técnicos y expertos, recogidas de fi rmas para depositar en el parlamento, adquisición de terrenos en el lugar de las futuras obras, etc. A menudo más que la nocividad de la obra en sí, lo que se denuncia es la ilegalidad.

Los contratos amañados, los tratos con la mafi a de las empresas implicadas en obras, la falta de todas las autorizaciones… los diferentes eslóganes pintados en las paredes y en las montañas como EXPO=MAFIA o TAV=MAFIA no nos dicen nada sobre la nocividad de las obras sino que solo denuncian la ilegalidad de algunos aspectos de su realización. Incluso muchos de los llamados “antagonistas” y grupos de izquierda radical a menudo caen en este juego, y en vez de hacer un discurso más amplio contra el Estado y sus leyes, refuerzan involuntariamente los valores del sistema como la legalidad, utilizándolos, cuando les es cómodo para sus finalidades.

Si la policía golpea y hiere a los manifestantes en una manifestación, estos últimos denuncian públicamente la ilegalidad de las hazañas de la policía y su manera de actuar fuera de sus propias reglas. Tal vez la denuncia no solo es fi gurada, sino real. ¿No es quizás absurdo denunciar a los defensores de las leyes… su norespeto de las leyes? Esto indica un estupor respecto al hecho de que las leyes, en vez de protegernos, se utilizan contra nosotrxs. ¿Estos “antagonistas” quizás pensaban que la naturaleza de las leyes fuese la defensa de un ideal de justicia, en vez de la defensa del orden establecido basado en el privilegio y en el poder de pocos?

Por lo tanto estos son los valores que los ciudadanos han asimilado después de años de propaganda mediática, los valores que defi enden poniéndose en juego directamente para proteger la democracia: decencia, seguridad, legalidad, además de la propiedad privada y los privilegios. La lección que el poder ha enseñado, ha sido demasiado bien aprendida por sus súbditos, hasta el punto de que tal vez la situación ha dado un vuelco.

Ahora estos últimos son los que acusan al poder de ser corrupto, los que se quejan de los políticos, policías y magistrados que no actúan de manera totalmente legal, ¡o los acusan de no garantizar a la ciudad bastante seguridad! ¡El ciudadano medio se ha vuelto más policía que el mismo policía en defensa de las leyes y de los valores del Estado!

La ciudadanía defiende sus propios derechos democráticos, la propiedad y la legalidad, a menudo adoptando un rol activo al asegurar al poder la paz social. No son raros los casos de ciudadanos (de cualquier franja social, des del vendedor ambulante inmigrante hasta el empleado) que se ponen en juego, incluso arriesgando sus propias vidas, para detener a quien realiza acciones ilegales y entregarlo a las autoridades… la mayoría de las personas en la sociedad actual eligen respetar los abusos, la opresión y el dominio sobre el que se basa el sistema social en el que viven, otras eligen ser activamente cómplices del poder; no tiene sentido seguir viendo a los ciudadanos como nuestros posibles aliados, ya que a menudo son nuestros posibles enemigos, al estar preparados para llamar a la policía o intervenir directamente cada vez que se interrumpa su querida paz social.

Ya no es tiempo de tener confianza o falsas expectativas en las masas educadas según los valores de la actual civilización industrial, puesto que la mayoría de las personas ya han perdido el sentido de lo que es la vida y la libertad, a favor de una mentalidad vacía y alienada.

Por supuesto que hay y siempre habrá individuos, lamentablemente cada vez más raros, que se revelan a la moral y a los valores dominantes, pero para nuestro recorrido de subversión no podemos depender de una cuestión numérica de complicidades.

¡Lejos de desanimarnos por esto, seguimos adelante con nuestros recorridos y nuestros proyectos basados en la afinidad real y en el odio hacia la autoridad!