La cuestión de los animales

Descubriendo las Raíces de Nuestra Dominación de la Naturaleza y de los Unos a los Otros

Algunos creen que la sociedad humana sigue un camino que nos lleva directamente hacia la locura. Por todo el mundo se dan odios ridículos y guerras; creo que no hemos aprendido a distinguir las causas últimas del problema social y ambiental actual. Considero, junto a un número cada vez mayor de personas, que estos problemas comenzaron hace varios milenios cuando nuestros ancestros empezaron a encerrar animales en “granjas”, rompieron los viejos lazos con el mundo vivo y situaron al ser humano por encima de todas las demás formas de vida.

Como consecuencia de esto, ahora no tenemos el menor sentido de cercanía con ninguna otra forma de vida de este planeta, y por consiguiente no tenemos una sensación de pertenencia al mismo. Somos arrogantes. El mundo vivo es una cosa que está por debajo de nosotros –podemos explotarlo o ignorarlo-. Estamos patológicamente desviados de la naturaleza.

Un mundo vivo y animado

Nuestros ancestros lejanos –esas sociedades tribales recolectoras que existían antes de que apareciese la agricultura en torno al año 10.000 AC- no vivían simplemente de un modo cercano a, sino dentro y en unión con la naturaleza.

Yo les llamo personas “primales”, ya que ellos son la forma de vida humana más antigua y universal. Para ellos la comida y los materiales no provenían de trabajar la tierra, ni de controlar las vidas y el crecimiento de las plantas y de los animales, sino de un increíblemente profundo conocimiento de ellos. Vivían con recordatorios diarios acerca de su interconexión con los seres vivos que les rodeaban y continuamente eran conscientes de que lo que tomasen del mundo les afectaría. Todo esto evolucionó en varias religiones tribales alrededor del globo. Lo que todas ellas tienen en común, es una profunda unión emocional y respeto hacia el mundo natural.

Desviadas del mundo natural, nuestras mentes modernas están demasiado mutiladas como para poder comprender hasta qué punto la mente primaria estaba alimentada por el medio ambiente –particularmente por los seres vivos-. La joven mente humana literalmente tomó forma y cuerpo –sus imágenes básicas e ideas- de las plantas y animales que la rodeaban. Descubrieron cuáles de las cientos de plantas que les rodeaban eran las más nutritivas, las medicinales, y las que se podían emplear para hacer herramientas. Descubrieron los ciclos de la vida y los hábitos diarios de docenas de especies animales hasta el punto de poder saber cuándo y dónde una cacería sería más exitosa. Descubrieron cómo los ecosistemas se veían afectados por el clima, las estaciones, y las otras fuerzas de la naturaleza. La gente primaria conocía la Tierra, su territorio de recolección, probablemente mejor de lo que pueda hacerlo cualquier ecólogo actual. Después de todo dispusieron de muchas generaciones a través de las que experimentaron y aprendieron, y, sobre todo, un sentimiento hacia la naturaleza que ningún libro ni revista puede transmitir.

Los animales llamaron la atención de los primeros seres humanos por su tamaño, velocidad, fuerza y comportamiento. Se creía que disponían de poderes con los que los humanos no contaban. Para los humanos primales –especialmente aquellos con una mente, conciencia y cultura florecientes propias del moderno Homo sapiens, hace alrededor de 45.000 años- los animales que ocupaban las áreas por las que recolectaban eran los seres vivos que más les llamaban la atención, eran los seres más fascinantes del mundo. Si hacemos una clasificación en términos de la cantidad de asombro que provocaban, los animales eran los seres más maravillosos que les rodeaban. La relación primal con los animales/poderes del mundo natural no era una relación jerárquica sino una relación de compañerismo en la que los seres humanos interactuaban con ellos, y tenían un fuerte sentimiento de interdependencia.

Otras cosas en la naturaleza nos impresionaban también, como los oscuros bosques, las fuertes tormentas, y el crecimiento de los ríos tras lluvias torrenciales. Aun así, los animales nos impresionaban de una manera que el resto de la naturaleza no era capaz de alcanzar. ¿Porqué los animales?; ¿Porqué los animales tienen un papel tan importante en el proceso de la formación de la mente?; ¿Porqué al niño no le llaman la atención los muñecos con formas de plantas o figuras de árboles y minerales?; Los animales no humanos, al igual que nosotros, se mueven libremente, y obviamente son más similares a nosotros de lo que lo son los árboles, los ríos, y otros elementos de la naturaleza. Los animales no humanos tienen ojos, oídos, pelo, y otros órganos que también tenemos nosotros; y ellos duermen, comen, defecan, copulan, paren, juegan, pelean, mueren, y llevan a cabo muchas otras de las actividades que también realizamos nosotros. Los animales son activos, mientras que el resto de la naturaleza es el contexto donde se llevan a cabo esas actividades. Es algo relativamente amorfo, todavía inescrutable, y no es de mucha ayuda para el cerebro en las primeras fases de su desarrollo.

El paso de ser vistos como espíritus a esclavos

Como estimuladores de la mente, el pensamiento y los sentimientos, los animales son algo muy importante para los seres humanos. No es sorprendente que nuestros ancestros creyesen que tenían alma y poderes. Tras siglos manteniendo en granjas a los animales, los humanos consiguieron tener un control consciente sobre ellos y sus procesos vitales. Al reducirles a la sumisión física, la gente terminó minusvalorándoles también a nivel psíquico. Castrados, subyugados, lesionados, encadenados, arnesados, los animales domésticos fueron continuamente alienados. Dejaron de tener ese salvajismo, ese misterioso poderío que mostraban sus ancestros cuando eran perseguidos por los cazadores-recolectores. Los animales domésticos fueron perdiendo sus capacidades al ser confinados, seleccionados genéticamente y familiarizarse con los humanos. Gradualmente pasaron a ser vistos más con desprecio que con admiración.

Al subyugar a los animales domésticos, los granjeros despreciaron a los animales y a la naturaleza en general, porque los granjeros pasaron a ver a las especies salvajes como plagas, y los elementos de la naturaleza como amenazas. Pero fue especialmente la práctica del granjeo lo que hizo que la gente pasase de ver a los animales como poderes espirituales a verles como instrumentos y herramientas. Alteró drásticamente la ancestral relación animal-humano, pasando de ser una relación entre compañeros a ser una relación de amo y esclavo, de ser respetuoso con el mundo natural a reinar sobre él. Cuando hace aproximadamente 10.000 años apareció la visión ganadera y agrícola, los seres humanos se vieron a sí mismos por primera vez como algo diferente al resto de la naturaleza. Esta percepción dualista se expandió con la ganadería, desde Mesopotamia hasta el resto del mundo antiguo. Ya estaba muy desarrollado en el momento en el que comenzó la historia escrita (en el 3.000 A.C.), y adquirió unas dimensiones superiores y una mayor fuerza en Grecia, Roma, y los otros grandes imperios del mundo antiguo. Es la fundación del Judaísmo y del Cristianismo lo que ha transmitido que los seres humanos tienen un “dominio” sobre los animales y la naturaleza, y estos axiomas constituyen la espina dorsal de las culturas occidentales. Yo llamo esta perspectiva dominacionismo –la visión de que los seres humanos tienen un poder divino o un derecho a utilizar y controlar el mundo vivo en beneficio propio. De entre las cambiantes extravagancias aparecidas durante dos milenios en las culturas occidentales, la única que se ha mantenido constante es la adherencia a la visión dominacionista del mundo, y ésta es la raíz de la crisis del mundo social y natural actual.

Misoteria, misoginia y racismo: el desprecio a los animales, las mujeres y la gente de color

El dominacionismo nos sitúa en una posición superior y diferente al resto de seres vivos. Desde esta perspectiva ilusoria, sólo podemos despreciar y rechazar a los animales y a la naturaleza donde quiera que los veamos, tanto en el mundo como dentro de nosotros. Para analizar esta actitud de desprecio a la naturaleza en cualquier sitio en la que sea encontrada, ya sea en bosques, animales o en nosotros mismos, he acuñado el término misoteria. Literalmente significa odio y desprecio a los animales y, por extensión, al mundo natural al completo, especialmente en lo referente a sus aspectos animales. Un escritor, por ejemplo, ha descrito la naturaleza como “roja tanto en sus dientes como en sus garras”, es decir, que la naturaleza es tan violenta y con sed de sangre como los animales predadores. Nosotros utilizamos la expresión de “it ́s a dog-eat-dog world” (N de T: es un mundo duro, en el que los perros comen perros) en una muestra de nuestra condescendencia hacia los animales (porque paradójicamente asociamos la competitividad social brutal como si se tratase de una especie de ley que se da rutinariamente en la naturaleza). Los grandes medios de prensa continua refiriéndose a criminales ultra violentos con los términos “animales”, “bestias”, “salvajes”, y hacen programas con títulos como “Cuando los Animales Atacan” (en los que realmente atacan los humanos). Así, consiguen poner a los humanos como víctimas de la naturaleza, en lugar de sus agresores.

El problema es que tenemos profundas neurosis y ansiedades en relación con nuestro propio animalismo, intentamos incansablemente reprimir el hecho de que somos animales. Nos producen ansiedad nuestros propios cuerpos, sus ciclos y funciones, porque nos hacen ver nuestra cercanía al resto de animales. Proyectamos nuestros miedos y nuestro odio a la naturaleza no sólo en los animales, sino también en nosotros mismos, y hacia cualquier otra persona cuyas características físicas distintas les sitúa, creemos, por debajo de nosotros –más próximos a los animales y a la naturaleza que a nosotros mismos. La consecuencia es que estamos reprimidos, inhibidos, psicológicamente lisiados, y en guerra con nosotros mismos y el mundo que nos rodea.

En la pirámide dominacionista o la jerarquía de seres, la mujer de uno está un peldaño por debajo de él. Han sido descritas como “cercanas al estado animal”, de acuerdo con Sir Keith Thomas en su estudio de las actitudes europeas en Man and the Natural World. Otros escritores han explicado cómo la subyugación de las mujeres bajo el patriarcado comenzó con la domesticación de los animales, se originó en las tribus ganaderas del antiguo Oriente Medio. Estos primeros individuos que apoyaban la supremacía masculina reescribieron las historias de la creación y otros mitos, destruyeron los cultos a las diosas, introdujeron la misoginia en la poesía y en la mitología, y finalmente redujeron a las mujeres a un nivel inferior.

Uno o dos peldaños más abajo, en la jerarquía de seres, se sitúan las personas a las que llamamos diferentes porque su apariencia no es la misma que la nuestra, o hablan un lenguaje distinto, o difieren en algún aspecto. Hasta qué punto están por debajo en la jerarquía depende de cuan útiles son, y de su distanciamiento con respecto a la naturaleza. Los hombres del grupo de “diferentes” podrán superar el nivel de nuestras mujeres si son civilizados –es decir, si tienen una agri-cultura dominacionista similar a la nuestra, un sistema patriarcal, caciques, riqueza, monumentos artísticos, centros urbanos, etc.

En los rangos por debajo a los “diferentes” están los animales, primero están aquellos que les son útiles a los humanos, después, y a gran distancia, los demás. Muy al fondo de la pirámide está la cruda y caótica naturaleza en su estado puro, compuesta por organismos invisibles y una inclasificable masa de vida que se alimenta, crece y muere en lugares oscuros y misteriosos. Esto es, barrizales, pantanos, la selva, y los riachuelos y los lugares salvajes lejanos a las huertas y campos de las civilizaciones agrarias. Esta es la parte de la naturaleza menos útil, la más misteriosa, y por consiguiente la más hostil y siniestra.

Esta mentalidad de jerarquías y misoteria desencadena en la obsesión de los criadores de animales por las líneas sanguíneas y la pureza sanguínea, como también ocurrió en la Alemania nazi y con los segregacionistas del Sur. Como siguen haciendo hoy en día los neonazis y los que apoyan la supremacía blanca. La retórica de todos estos racistas es idéntica a la obsesión de los criadores de animales, y el extremismo de sus acciones delata los intensos miedos y odios a la naturaleza “inferior”. Los nazis vilipendiaron a los judíos, a los gitanos, a los polacos, y a otras “razas impuras”, y después intentaron exterminarles. Los segregacionistas del sur predicaron contra la “mezcla de razas” y usaron linchamientos, violencia de masas, y campañas terroristas para mantener a la gente de color “en su lugar”. Esto es porqué, a pesar de todos los esfuerzos de la ciencia y las campañas de los derechos civiles, el odio racial perdura, como un enorme acuífero que está situado justamente debajo de la conciencia de nuestra cultura. En ocasiones, cuando no estamos atentos, sale a la luz, convirtiéndose en una lucha pública y política.

La cuestión de los animales

Hablando en términos biológicos, los humanos han tenido mucho éxito a expensas de otras especies. Gracias a ello, la población humana se ha incrementado enormemente en las últimas décadas. La población humana alcanzó el billón en 1830, y de ahí llego a los 2,5 billones hace sólo 40 años. Ahora somos 6,5 billones de humanos en el mundo, y cada año hay 90 millones de humanos más.

El humano medio de hoy en día emplea docenas de veces más de energía y materiales de lo que jamás se haya empleado. Nos hemos convertido en animales muy materialistas. Presumimos de nuestras riquezas sin darnos cuenta de que todas nuestras pertenencias han sido extraídas del medio ambiente.

Consecuentemente, la voracidad humana ha desencadenado una bola de nievedestructiva en la cadena alimenticia de la vida. Desde que hace 10.000 años comenzamos a intensificar la producción alimenticia para humanos a través de la agricultura, establecimos un ritmo igualmente creciente de extinguir una especie tras otra. Los biólogos temen que el impacto de la existencia humana está suponiendo una extinción masiva que podría erradicar una cuarta parte de las especies que quedan actualmente en los próximos 50 años.

A la vez que aumentaba la escala tecnológica y social también aumentaba la escala de guerras y masacres. Dicho en números, el siglo XX ha sido el más sangriento de la historia. Sólo en ese siglo cerca de 36 millones de personas fueron asesinadas en las diferentes guerras. 120 millones más fueron asesinados en los varios programas genocidas llevados a cabo por los gobiernos. La devastación humana –esta inmensa, este interminable espiral de destrucción- tienen que tener una explicación y una causa desencadenante, una causa que la mayoría de la gente rechaza ponerse a buscar con sinceridad. Aquellos pocos que sí llevan a cabo esta búsqueda creen que nuestra desviación de la naturaleza, la propia visión del mundo dominacionista es la causa básica de la violencia auto inflingida a gran escala. Un crítico muy conocido fue Sigmund Freud, quien escribió que “los hombres han logrado controlar las fuerzas de la naturaleza hasta el punto de que con su ayuda no tendrían problemas en exterminarse los unos a los otros hasta que el último ser humano haya muerto. Saben que serían capaces de esto, y eso les supone una gran proporción de su sentimiento de cansancio, su tristeza y su estado de ansiedad crónico.”

Con respecto al impacto de los humanos sobre el planeta muchos son conscientes, pero pocos analizan las causas básicas. Vemos un torrente de artículos haciendo llamamientos a lograr un cambio radical en nuestra visión del mundo y en nuestras propias relaciones con el mundo vivo. El dominacionismo está siendo atacado –al menos en círculos muy concretos-. Utilizando el argot de los intelectuales, debemos enfrentarnos a la “Cuestión de la Naturaleza”. La retórica es fuerte, pero ellos y los promotores y agitadores del conservacionismo y ecologismo con raras excepciones se detienen a analizar cuando alcanzan la Cuestión de los Animales –la perspectiva de los humanos hacia, las relaciones con, y los usos de los animales, y cómo esta visión necesita ser radicalmente cambiada-.

Esta parte de la Cuestión de la Naturaleza (¿no somos los animales parte de la naturaleza?) raramente es abarcada. Si un ecólogo la toma por accidente generalmente huye a la seguridad de las discusiones remotas acerca de los árboles o a las abstracciones de la biodiversidad y de las especies. La Cuestión de los Animales es considerada ilegítima, absurda y periférica –como también son calificados aquellos que se enfrentan a esta cuestión. La seriedad y la grandeza con que alguien se enfrenta a la Cuestión de la Naturaleza se mide en gran parte en función de la habilidad que tiene para huir de la Cuestión de los Animales.

Sin embargo, la Cuestión de los Animales reside en el corazón de la Cuestión de la Naturaleza. Los animales siempre han sido el alma, el espíritu y el cuerpo del mundo natural. Evitar discutir acerca de nuestras relaciones con los demás animales al discutir sobre nuestra relación con la naturaleza es ignorar el punto más importante. Emocionalmente, culturalmente, psíquicamente, simbólicamente –o de cualquier otra forma en que lo quieras medir- los animales son los seres más vitales del mundo vivo. Son fundamentales para nuestra visión del mundo; son cruciales para nuestro sentido de existencia en este mundo. Si proseguimos concibiéndoles desde la perspectiva de la misoteria, continuaremos viendo el mundo y a nosotros mismos como violentos, las mujeres y los diferentes como inferiores, nuestra sexualidad y nuestra biología como vergonzosa, y la guerra como algo inevitable. Nos estamos engañando a nosotros mismos si creemos que podemos enfrentarnos a la gran cuestión, la de nuestra desastrosa relación con la naturaleza, sin llevar a cabo un auto-análisis sincero y profundo acerca de cómo nos relacionamos con los animales. No podemos erradicar el dominacionismo sin superar nuestras concepciones y relaciones con los animales.

Cuando aparecen los temas de instituciones tales como los laboratorios de experimentación, las granjas de factoría y los mataderos, los llamamientos en pos de un cambio “radical” y “fundamental” de nuestras relaciones con el mundo vivo de repente se callan. Efectivamente, ninguna persona razonable cuestiona estos bastiones del dominacionismo. Aquellos que lo hacen son tachados de “lunáticos”, lo cual es una hábil manera de desprestigiarles a ellos y a sus ideas creadoras de problemas. La percepción generalizada es que utilizar a los animales está justificado ya que supone grandes beneficios a la especie humana. Esta percepción es, por supuesto, tanto la fuente como la mayor fuerza del dominacionismo.

Si realmente queremos superar las bases de nuestra visión dominacionista del mundo, entonces vamos a tener que enfrentarnos a los temas más complejos, que son el consumo de carne y la experimentación animal. Por supuesto muchos evitarán entrar en estos terrenos sagrados. Se echarán hacia atrás aferrándose a los viejos axiomas dominacionistas. Para ser caritativos, les debemos comprender, ya que a muchos les resulta muy difícil mirar en su interior y cambiar sus hábitos. La edad, la subcultura, y otras circunstancias tienden a perpetuar una cierta inflexibilidad en mucha gente, y ellos prefieren que no se les moleste. Pero para aquellos fuertes de espíritu que quieren ayudar a reconstruir nuestra visión del mundo, nuestro sentido de nosotros mismos, y de nuestro espíritu humano, no hay límites para autoanalizarnos e investigar en nosotros mismos.

Regresar a la visión del mundo primal mediante la ciencia

Estamos empezando a darnos cuenta de los increíbles conocimientos que tenían las primeras sociedades humanas. Las ciencias de la biología y la ecología (1) nos ayudan a ver la impresionante red de vida que hay en el mundo, y el lugar que ocupa el ser humano en ella. Vemos los ciclos de: nacimiento, vida, muerte, y renacimiento que mantienen viva a la naturaleza y evolucionando. Podemos ver el mundo vivo al completo como una especie de “Ser Primero” compuesto por muchos otros seres, de los cuales cada uno de nosotros somos uno. En lugar de ver este mundo vivo como un milagro divino, comprendemos su funcionamiento a través de la biología y las ciencias de la evolución y aun así seguimos quedándonos igualmente perplejos. Sentimos por los animales, a los cuales vemos como parientes nuestros; nos proporcionan un sentimiento de pertenencia, de ser parte de la Gran Familia de la vida en este mundo. Nuestros ancestros obtuvieron esta visión del mundo a través de la experiencia; irónicamente, nosotros la estamos obteniendo mediante la ciencia.

Esta emergente visión del mundo confronta con muchas de las creencias principales de las religiones agrarias occidentales, dichas religiones describen este mundo como un simple lugar que le sirve a dios para poner a prueba a la especie humana; se trata, según ellas, de una de fase primaria en la vida humana, fase que está repleta de seres sin alma cuya despreciable existencia ofrece tentaciones al pecado y a la maldad.

Sería interesante ver si las distintas ramas religiosas pueden adaptarse a los descubrimientos que demuestran que los seres humanos somos parientes de otros seres en el mundo vivo. Si no son capaces serán progresivamente ignoradas. Si no pueden unirse al resto de nosotros en nuestra reconciliación con la naturaleza y en ver parentesco con la vida que nos rodea dejarán de proveer una guía espiritual y confort, y desaparecerán como tantas religiones lo han hecho anteriormente.

Las religiones occidentales necesitan reconciliarse con las religiones ancestrales, los “idólatras”, “paganos”, las diosas, devotos, y el resto de sistemas credenciales que los monoteístas tan rudamente han intentado machacar. Muchas huellas de esto perduran y se mantienen en el mundo desarrollado a pesar de los siglos de campañas misioneras de los cristianos y musulmanes. El judaísmo nunca pretendió imponer su teología y su dios a otras personas y a otras culturas. Si el cristianismo y el islamismo pueden ir más allá de su fase actual de fundamentalismo rígido y de su obsesión con “la palabra de dios” plasmada en páginas (La Biblia y el Corán), podrían ayudar a enmendar el tejido espiritual humano, maltrecho a causa de las guerras genocidas, racismo y las desigualdades económicas y sociales que conducen al terrorismo y nos hacen a todos temer pro el futuro.

Cuando reconocen que la espiritualidad humana comenzó con la maravilla de la vida en la tierra y que la humanidad siempre se encontró cómoda en un sentimiento de parentesco con el mundo vivo, quizás vean la necesidad de, y la sabiduría en, acercarnos a la visión del mundo primal.

Mi propia opinión es que la visión primal del mundo, actualizada por los descubrimientos científicos del mundo vivo, nos ofrece la mayor esperanza para la espiritualidad humana. La vida en la tierra es “sagrada”. El cambiante mundo vivo es a lo que llaman creador, el Primer Ser, el sostenedor, y el lugar final de descanso para todos los seres; sus vidas conforman las nuestras. Nos previeron de modelos para nuestra existencia; moldearon nuestras mentes y cultura. Con el derrocamiento del dominacionismo podremos aplicar con facilidad la ciencia para comprender el mundo y nuestro lugar en él. Entonces podremos disfrutar de un profundo sentimiento de parentesco con los demás animales y un sentimiento de formar parte del mundo vivo.

Entonces, de nuevo, podremos sentir por este mundo. Podremos sentirnos incluidos en la maravillosa familia de seres vivos. Podremos sentir nuestro continuum con el mundo vivo. Podremos, otra vez, sentir una genuina sensación de lo “sagrado” en este mundo.

1.- Es importante saber la diferencia entre el término ecología (ciencia que estudia los ecosistemas y su funcionamiento) y el término ecologismo (que designa un conjunto de ideas y actividades en defensa del medio ambiente).

*Por Jim Mason

*Extraído de la Revista “Encendiendo la llama del ecologismo revolucionario”

 

*En este texto que hemos compartido, no estamos de acuerdo en la parte en que se refiere a que necesitamos a la ciencia para volver a ese equilibrio natural. Tampoco en el tema de que esperemos a que las religiones se den cuenta del equilibrio que se habla en este texto, pues las religiones si aceptan eso estarían suicidándose y no creems que eso quieran o suceda. Pero en su mayoría se asemeja mucho a lo que conocemos y nos hemos planteado al respecto de nuestra historia como animales con este planeta del cual somos parte*