Una de las características de la civilización es la medición de las cosas, medición de superficies, de volúmenes, de pesos, de tiempo… La aparición de la necesidad de medir está estrechamente ligada a la aparición de la propiedad privada, de los impuestos, de las rentas de los grandes propietarios (y más adelante del salario). Era necesario hacer censos de la tierra, evaluar la producción y calcular la parte que le corresponde al poder (la parte del sacerdote, del rey o del amo). Establecer un calendario más allá de la vivencia de los cambios en la naturaleza, un calendario que al final era un calendario fiscal, o un calendario de reclutamiento, un calendario de dominación a través de la religión…
Los primeros interesados en la regulación fueron los detentadores del poder político, económico, militar y religioso, ellos daban una explicación mitológica interesada a los orígenes de las medidas y eran los que custodiaban los patrones, así en el estado de Israel bíblico guardaban los patrones en el templo de Jerusalén (en manos de los sacerdotes) y los romanos en el Capitolio (en manos de los senadores).
Cuando un pueblo era conquistado sus medidas eran anuladas y tenían que adoptar las del conquistador. Una de las primeras tareas de los imperios era la unificación de las medidas, desde Alejandro el Magno, Carlomagno y Alfonso X de Castilla (¿el Sabio?) hasta los emperadores españoles y los ilustrados metrificadores del XIX.
Actualmente, la última imposición de homogenización de la medida de la tierra ha estado ligada a la subvención, el uso (no tan residual como se podría esperar) de sistemas de medición no métricos, sufrió un fuerte golpe a partir de las subvenciones para la agricultura de la UE (y sobretodo de los formularios) obligando a recalcular las cuarteras (o fanegas, o cuerdas…) a hectáreas. La UE ha culminado el proceso que comenzó con los gobiernos liberales del siglo XIX.
Toda esta normalización de las unidades de medición iba acompañada de una normalización monetaria, establecer el sistema decimal en la moneda permite homogenizar el mercado y las monedas supraestatales (como el euro) permiten que esta homogenización avance más.
Falsificar pesos, longitudes, contrastes, sobretodo moneda, estaba, a menudo, castigado con la pena de muerte, se consideraba el atentado más grave posible contra el estado (el rey) y contra Dios (la propiedad).
El tema de las mediciones aparece a menudo en los códices más antiguos, los de Sumer, Babilonia y en la Biblia (el libro infame). Medir es controlar y el estado, la iglesia y los propietarios necesitan medir para consolidar su control.
Así como la medición se confunde con el estado (el estado además del monopolio de la violencia es también el monopolio de la medición), a menudo se buscaban relaciones entre los símbolos del poder, el rey, y las unidades de medición. Se afirma que Luis XIV de Francia fijó la longitud del pie (unidad de medida) con la longitud de “su pie”… Un poco más retorcido debía ser George III de Inglaterra que, dicen (es de suponer que burlándose) que fijó la medida del galón, según el volumen de su orinal (galón imperial, 55 litros) y que también creó un galón secundario (el actual galón USA, anteriormente galón de vino, 3,79 litros) con el volumen del orinal de la reina… Parece que el rey necesitaba casi un litro más que la reina para sus necesidades.
Resistencia del pueblo chico.
Hay toda una corriente de resistencia, contra la normalización, contra la unificación y centralización de las relaciones. Por ejemplo nuestras madres todavía miden la ropa a palmos y los ingredientes “caros” en “pellizcos” (o en medios pellizcos), muchos pintores y albañiles hacían (si todavía no hacen) los presupuestos midiendo en pasos… Utilizar el cuerpo humano como patrón va en contra de los sacrosantos patrones guardados en templos, palacios, la casa del amo o la oficina del recaudador. El uso del patrón humano (dedo, pulgada, mano, palmo, codo…) hace necesario un acuerdo entre partes, sin mediación del estado y de la iglesia (los cuerpos no tienen palmos, ni pies ni codos iguales), es por tanto un acto de autonomía entre dos actores y por tanto peligrosamente subversivo. No hace muchos años vi comprar y vender en un pueblo de Teruel, usando piedras comunes como peso, piedras con un valor consensuado entre comprador y vendedor… ¿Qué IVA se puede aplicar a una piedra blanca de acelgas?
La medición de la tierra se resistió muchos años a la normalización estatal, y de hecho todavía quedan muchos papeles y se hacen muchos tratos con los sistemas antiguos.
Hay medidas de la tierra de cultivo que no dependen exactamente de la superficie. Así en zonas montañosas, un “cabaió” era una medida de producción de heno y de superficie, y esta producción depende del suelo, de la pendiente, del agua, de la orientación (solana o umbría). Un “cabaió” de tierra tenía una superficie diferente según los lugares en que se midiera y tenía que ser la suficiente para producir un “cabaió” de haces de heno (alrededor de 10 haces, según el lugar), un “cabaió” de haces era una pila hecha con los haces con las espigas hacia arriba cubiertas por un haz horizontal.
Las medidas eran diferentes para el secano y para el regadío, incluso según el tipo de cultivo… Algunas se median en trabajo, por ejemplo los jornales, otras por la cantidad de semillas como la quartera, por el número de árboles, de cepas… Cuanto más valiosa era la tierra más precisa se hacía la medición.
Naturalmente todas estas cosas indignaban a los “propietarios cobradores de rentas”, “a los cobradores de impuestos” y a los “señores ejerciendo privilegios”… Pero el hecho es que se han mantenido hasta ahora mismo (aunque estén moribundos).
La tradición popular dice que Caín (el agricultor), después de matar a Abel (el ganadero), inventó las mediciones y empezó a cultivar campos divididos y a instaurar la herencia. Caín es el malo para la iglesia, pero la tradición popular aprovecha y le hace inventor de la propiedad privada (campos separados), además de la medición de la tierra. De este modo los pobres podían abominar de la propiedad como invento de Caín, relativamente protegidos por la “Historia Sagrada”. La historia de los orinales reales es también una burla de la sacralidad de los patrones y su imposición por parte del estado.
La resistencia ha sido casi siempre pasiva, así en Francia, pionera de la homogenización e “inventores” del sistema métrico decimal (SMD) tardó 42 años en poderlo imponer, desde el 18 de germinal del año III (7 de abril de 1795), fecha en la que se publicó la adopción del SMD, hasta su instauración definitiva el 14 de julio de 1837.
Lo mismo pasó en España, donde en 1801 Carlos IV quiso unificar las medidas oficializando las tradicionales castellanas y la “vara de Burgos”, con un resultado muy pobre que acabó con su sustitución por el SMD. Por esto el ancho de vía “ibérico” es de 6 pies castellanos (1.672mm), aunque el único ferrocarril que lo usa en la actualidad es la línea 1 el metro de Barcelona. El ancho ibérico, por algún motivo, perdió 4mm.
Insurgentes contra la hectárea, “La guerra de los pantalones” en Oaxaca.
A pesar de que el estado mexicano había adoptado el SMD en 1857, se continuaban usando los sistemas tradicionales, básicamente el colonial (medidas castellanas y andaluzas) con algunos añadidos prehispánicos como la mano (5 unidades), el pantle (40 unidades) y el zontle (400 unidades). Fue necesaria la férrea dictadura del general Porfirio Díaz (el Porfiriato) para fijar el SMD, concretamente hasta 1905 no se promulgó el reglamento del SMD.
Al final del siglo XIX la tierra, especialmente las de los pequeños agricultores se medían con el método tradicional (almud, maquila…) y no en hectáreas. Mientras la obligación de utilizar el SMD fue una mera teoría, la gente continuaba comprando y vendiendo en los mercados y en las tiendas mediante arrobas, cargas y libras y cultivando sus almuds de tierra, la coexistencia fue pacífica.
En Oaxaca se aprobó el año 1896 una ley de Hacienda, según la que los pequeños campesinos pasaban a pagar impuestos por la tierra (antes estaban exentos) y, estos impuestos, se tenían que calcular sobre la base del SMD, totalmente desconocido por los campesinos y, en caso de desacuerdo, peritos estatales medirían los terrenos, en hectáreas naturalmente, y valorarían la base impositiva (centavos por hectárea).
Todo esto sucedía en el marco de la introducción del cultivo del café para la exportación. Las grandes explotaciones cafeteras se fueron desarrollando, a menudo a costa de los pequeños agricultores y de las tierras comunales. Una de las primeras explotaciones era propiedad del dictador Porfirio Díaz.
El mes de abril de 1896, centenares de indios amotinados invadieron la ciudad de Juquila, liberaron a los presos, quemaron los archivos municipales y dieron muerte a diversas “autoridades”, terratenientes, empleados suyos, y al radiotelegrafista que se defendió a tiros. Los cadáveres de las 32 víctimas fueron quemados en una pira formada por 180 toneladas de café.
La revuelta violenta se extendió por otros pueblos y ciudades de Oaxaca, con un patrón parecido, liberación de los presos y quema de archivos y registros. La respuesta del gobierno fue, de entrada, estrictamente militar y el resultado fue de muertos, ejecuciones, encarcelamientos y deportaciones masivas al estado selvático de Quintana Roo en el este de la península de Yucatán, un ambiente especialmente inhóspito para personas procedentes de las montañas de Oaxaca.
Por el contrario, los insurgentes consiguieron (a un coste muy alto) que se derogase la ley de Hacienda de Oaxaca e incluso que se eliminase el SMD de los manuales escolares. En los censos agrícolas de los años 80 del siglo XX Oaxaca era aun el estado con un mayor uso de las medidas premétricas.
El nuevo jefe político de Juquila (una especie de alcalde) publicó una ordenanza prohibiendo el uso dentro de la ciudad de la indumentaria indígena, el “calzón manta” de los hombres y los huipiles de las mujeres, haciendo obligatoria la indumentaria europea, especialmente los pantalones. Hay que decir que los insurrectos identificaban los partidarios del sistema métrico porque usaban pantalones (eran modernos). Por este motivo a esta insurrección la llaman la “guerra de los pantalones”.
Los “Quebra quilos” del nordeste Brasileño.
En un contexto parecido al de Juquila, pero 22 años antes, se produjo, entre 1874 y 1875, en los estados pobres del nordeste del Brasil la revuelta de los “quebra quilos”.
El Imperio Brasileño había decretado, en 1872, que a partir del 1 de julio de 1873 sería obligatorio emplear el SMD, bajo pena de multa e incluso de cárcel para los infractores.
En Brasil había una larga tradición de insurrecciones contra los intentos del imperio de centralizar y homogenizar la vida. Especialmente importante fue la revuelta contra la ley de Registro Civil y el censo en 1851, llamada “ronco d’abelha”, los sertaneros pobres y negros vieron en el censo y el registro una herramienta de esclavismo y se alzaron en su contra… No les faltaba razón, el censo y el registro sirvieron para las levas militares para reprimir revueltas y las diferentes guerras imperiales, cosa poco diferente de la esclavitud laboral. La revuelta antimétrica también coincidió (como en Juquila) con la introducción de un cultivo para la exportación, en este caso el algodón. Y también había problemas fiscales, un proceso de centralización estatal y supraestatal (imperial) y una promoción de la economía liberal… Y en todo esto el SMD tenía un poder destacado como unificador y tecnificador de las relaciones, aumentando el papel de intermediación del estado.
La ley de reclutamiento de 1874 contribuyó mucho en la revuelta, ya que, a pesar de que la leva se hacía por sorteo (podía tocar tanto a ricos como a pobres) se podía esquivar mediante pago o mediante un sustituto (que a menudo era un esclavo). La revuelta se inició en Paraíba y se extendió rápidamente por Pernanbuco, Rio Grande Do Norte y Alagoas, las cuatro provincias (en la división territorial del imperio) del nordeste, la zona más pobre del Brasil.
La reacción fue parecida a la de los indios catinos de Oaxaca: liberar a los presos, destruir edificios públicos y quemar los archivos municipales, notariales, hipotecarios, civiles y penales, en algunos puntos incluso las estafetas de correos… Y, en el caso brasileño, también la destrucción de los patrones métricos depositados en los ayuntamientos y de las medidas homologadas de comercios y puestos de los mercados semanales. El nombre de “quebra quilos” procede de unos motines anteriores, en 1871, en Rio de Janeiro, cuando elementos populares asaltaban comercios que habían empezado a usar el SMD, y destruían las nuevas pesas al grito de “¡quebra quilos!” y este nombre se reutilizó para la revuelta de 1873, más extendida e intensa.
Los insurgentes brasileños temían, con razón, que el ajuste de los pesos fuese un paso para el aumento de los precios y veían en la medida una continuación de otras medidas homogenizadoras como el censo y el registro civil, al que ya se habían opuesto enérgicamente con anterioridad. El proceso represivo fue parecido al de Méjico: muertos, ejecutados, encarcelados y, en lugar de deportación a un estado lejano, alistamiento forzoso en el ejército para cubrir las bajas que generó la guerra del Paraguay, para vigilar y controlar las conquistas territoriales de esta guerra y para mantener el orden, cada vez más comprometido, del Imperio.
La Península Ibérica, Cantonalistas y comunistas libertarios.
En el estado español, a pesar de que se aprobó una ley de adopción del SMD en la primera parte del reinado de Isabel II, el 19 de julio de 1849, su aplicación se fue posponiendo durante años, debido a la inercia de la administración, el conflicto de competencias con los ayuntamientos y gremios (de farmacéuticos, de joyeros…) y a las circunstancias políticas, sociales y militares. A pesar de la falta de éxito de la aplicación del SMD a la vida real, se hizo un gran esfuerzo para su aplicación en el sistema escolar obligatorio que se comenzaba a perfilar (de hecho hasta 1857 no se publico la Ley de Instrucción Publica, la “ley Moyano”), y en el artículo 11 de la ley de 1849 se decía “en todas las escuelas públicas o particulares, en que se enseñe ó deba enseñarse la aritmética ó cualquier otra parte de la matemáticas, será obligatoria la del sistema legal de medidas y pesas y su nomenclatura científica (…) quedando facultado el Gobierno para cerrar dichos establecimientos siempre que no cumplan con aquella obligación”. No es hasta el decreto de 14 de febrero de 1879, promulgado como consecuencia de los compromisos contraídos en la Conferencia Internacional de Paris, que el SMD no pasa a ser estrictamente obligatorio en todos los actos con carácter oficial. Hasta este momento la resistencia al SMD fue estrictamente pasiva y, cuanto más alejados del centro de poder, más duró.
Hay que destacar, que en los momentos revolucionarios, durante la revolución de 1868, durante el movimiento cantonalista, en Murcia, Santander, Madrid, Barcelona, la Coruña, Cádiz, los revolucionarios populares no veían la normalización métrica como un avance, sino como un intento totalitarizante de homogenización y centralización. Así que se destituyeron a los funcionarios encargados del control oficial de pesas y medidas, los fieles contrastes (fieles almotacines anteriormente), se confiscaron, sus oficinas, y seguramente en muchos casos se destruyeron los modelos de pesos y medidas y los punzones de contraste, símbolos del poder estatal.
No hay mucha información sobre la resistencia activa contra la metrificación, aparte de las revueltas previas a la restauración, al menos no hay información accesible. Solo aparece, como un hecho solitario, a pesar de que seguramente no fue un suceso aislado y que muchas otras acciones deben quedar en el desconocimiento, el caso de Mas de las Matas. Mas de las Matas es un pueblo aragonés, de Teruel, donde durante la insurrección comunista libertaria de 1933, además de proclamar el comunismo se quemaron los archivos municipales y parroquiales, el registro de la propiedad. Las urnas, las banderas, y las copias de los patrones de pesas y medidas.
Todavía en 1933 (80 años y pico después del decreto de adopción del SMD) los comunistas de Mas de las Matas veían en los patrones de pesos y medidas guardados en el ayuntamiento un instrumento de dominación. Pagaron caro su desafío al poder, a parte de los muertos en combate, 130 personas fueron encarceladas (un 7% del total de habitantes del pueblo).
Insurrectos contra una ley “natural”, tan “natural” como la ley de la gravedad.
A menudo se ridiculizan estas revueltas desde la soberbia del “conocimiento superior” actual, se desprecia a los revoltosos como atrasados, primitivos, incultos… Escasamente ilustrados. Por ejemplo el imbécil de Vargas Llosa comparaba el movimiento antiglobalización con los “quebra quilos” y con una soberbia disfrazada de ingenio consideraba que los dos querían derogar la ley de la gravedad… Como es bien sabido, al menos entre los intelectuales a sueldo del poder, tanto el metro, como la opresión y la dominación son hechos absolutamente “naturales”, y por tanto inevitables. Se considera que todas estas revueltas eran debidas a la “falta de conocimientos”, “resistencia a la innovación”, “miedo al cambio”… Todo esto se dice desde un ambiente donde el sistema decimal es omnipresente…¿Omnipresente?…Bueno, no tanto. La medición de los ángulos y la del tiempo han resistido a la decimalización.
Especialmente notable es el caso del tiempo, notable y extraordinariamente diverso. Del segundo a la hora es hexadecimal, de la hora al día duodecimal, más allá del día está la semana que no es ni hexagesimal, ni duodecimal ni naturalmente decimal, más allá de la semana dividimos el año (un período astronómico) en meses, que se superponen relativamente a las fases lunares (astronómico y duodecimal), ¡a parte tenemos las estaciones que también tienen una base astronómica! En la medición “moderna” del tiempo, la del tecno- tiempo (el tiempo de los microprocesadores, de los GPS, de los cachivaches microelectrónicos), en las ediciones asociadas a la red de tecnodominación que nos rodea, volvemos al sistema decimal, milisegundos, nanosegundos… Es el tiempo de las máquinas, nadie puede vivir, como instante único, ¡un nanosegundo!
Los orgullosos decimalistas tienen dificultades en calcular con unidades de tiempo, graduados universitarios han tenido problemas graves en conversiones, hasta el punto de ser uno de los errores más frecuentes en los estúpidos exámenes para acceder al interinaje de enseñanza en la comunidad de Madrid… ¿Es de extrañar que los pequeños campesinos oaxaqueños tuvieran problemas en entender la hectárea?
Tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos se han conservado medidas no decimales hasta ahora mismo. ¿Son estados atrasados y sin actividad científica significativa?
El sistema dodecadecimal (la docena para entendernos) es una medida muy práctica en la vida cotidiana, y se puede dividir en un gran número de partes de una manera sencilla. ¿Qué es más lógico, pedir media barra de pan o 0,5 barras?, ¿Qué es más fácil cortar un pastel en mitades, cuartos , octavos… o dividirlo mediante decimales 0,500, 0,250 o 0,125 de pastel?, ¿Qué es mejor, una receta donde se nos dice “poner media cucharadita de pimienta o 0,25g de pimienta?
La resistencia a la estandarización de las medidas no deriva de la incultura o de la falta de conocimientos científicos o técnicos, ni de la incapacidad de calcular, sino de la desconfianza frente al poder del estado y del capital y de una sana incredulidad sobre sus “buenas intenciones”. Las intenciones del estado y del capital quedan desenmascaradas en el día a día de esta sociedad de dependencia en la que hemos acabado viviendo. En esta megamáquina de la desdicha donde todo está medido y estandarizado hasta llegar a las medidas destinadas a las máquinas, el nanómetro, el nanogramo y el nanosegundo…
Extraído de la revista Libres y Salvajes 3