Encerrar a un ser humano en unos pocos metros cuadrados durante meses y años. Controlarle, espiarle, humillarle y privarle de sus sentimientos. Sin lugar a dudas la cárcel es una forma de tortura.
Y sin embargo, a pesar de lo atroz de la tortura, la sociedad no puede arreglárselas sin la cárcel. O mejor podríamos decir que la cárcel no es una simple emanación del Estado que intenta reprimir y/o aislar seres humanos “desviados”, inadaptados, superfluos o indeseables. Al contrario, es una pieza orgánica de la sociedad.