Demasiado a menudo también quién se define anarquista participa a una visión de la realidad de estilo marxista, más que antiautoritaria, es decir verdaderamente contra toda forma de autoridad y dominio. En este escrito me gustaría evidenciar la extremas limitaciones propias de una visión de este tipo, puramente economista-classista, de la sociedad humana.
Cada individuo, encarnado y situado en un concreto lugar y contexto histórico; en un lugar de cruce de diferencias múltiples y móviles como el sexo/genero, el color de la piel o la etnia, la clase económica, la preferencia sexual, la edad, el aspecto físico etc., sobre las que actúan simultáneamente y transversalmente las diversas formas de poder de un sistema de dominio unitario con muchas caras: capitalista, patriarcal, racista, homofoga, especista, etc. No es suficiente rechazar cada tipo de identidad o no quererse definir de otro modo que individuo, porque estás identidades nos vendrán impuestas de todos modos por la sociedad, y sobretodo nos vendrán impuestos los efectos reales, concretos, que estas clasificaciones llevan con ellas, si no es que nos encontramos con una posición privilegiada en cada uno o en la mayor parte de estos campos.
Hoy parece que algunas de estas formas de explotación y dominio se apoyen principalmente sobre justificaciones de orden simbólico y cultural, pero esto no significa que los efectos de su dominio no sean igualmente reales, violentos y tangibles por las formas de explotación material. Esto sin olvidar que en la historia tenemos una huella de capítulos de violencia institucionalizada y sistemática, que ha llevado a veces a verdaderos genocidios, respecto a quien ha sido oprimido por el color de la propia piel, por el propio sexo/genero o preferencia sexual etc..
Se trata de formas de opresión que se exprimen no solo desde las instituciones hacia los individuos, sino también al interior de la misma sociedad, entre individuos de la misma clase social económica, dando vida a formas de poder y jerarquía igual de fuertes (para los efectos sobre la vida del mismo individuo) que las del orden económico-político. Tal vez la opresión proveniente de la propia familia, de la propia comunidad o grupo al que se pertenece, y de la sociedad más en general, puede ser incluso más sofocante que la que viene impuesta por el Estado o por la propia condición económica. Pensemos por ejemplo en el caso de tantos adolescentes suicidados a causa de continuos episodios de homofobia, bul•lismo y discriminaciones vividas en la escuela, en familia o de parte de otros individuos, por el hecho de tener una preferencia sexual o una expresión de genero fuera de la norma heterosexual; o en los episodios de violencia sexual y violación sufridos principalmente por las mujeres y cometidos por individuos de cada clase social.
Obviamente no basta, como parecen pensar algunas personas, nominar la desaparición de la categoría discriminan-te o de la opresión (eliminar el genero o la orientación sexual a nivel lingüístico; llamarse antisexistas, antiracistas, antiespecistas; adjuntar el género femenino a cada adjetivo o utilizar el neutro, etc.) para eliminar en un soplo formas específicas de dominio y roles sociales que tal vez duran desde miles de años y que, a través de la cultura dominante y la repetición de la tradición, se han vuelto modos de mirar la realidad casi parte de nuestro propio ser, que por lo tanto se exprimen a través de comportamientos discriminatorios que a menudo utilizamos inconscientemente.
Permanecer anclados a una visión dialéctica esclavo/patrón, que se basa unicamente en la explotación económica, significa decidir adoptar una mirada masculina, occidental, blanca, heterosexual sobre el mundo, y considerarlo universal. En este caso se vuelve a caer en una forma de “colonialismo identitario” que se basa en la eliminación de la individualidad , que no tiene en cuenta la diversidad de vivencias y la posición identitária particular (elegida o impuesta) en la que se encuentra cada unx de nosotrxs.
La ideología marxista, que acompaña cada forma de explotación y opresión al capital y a la estructura económica de la sociedad, enviando todo el resto a una sobre-estructura cambiante y de segunda importancia, que mutará “automáticamente” una vez mutada la estructura (el famoso “nos encargaremos después de la revolución”), o la visión paleo-anarquista que ve como único enemigo al Estado, fingiendo que entre individuos no existe el poder y la autoridad (atado por lo tanto al mito del ser humano como “naturalmente bueno”) contribuyen a la eliminación del individuo real en sus diferencias y vuelve a proponer un modelo de individuo-masa universal -obviamente macho, blanco y heterosexual- que tiene las mismas características del que se encuentra en el poder, excepto por el factor económico.
Hay una gran falta, además, al proponer un análisis de la realidad que ve la sociedad humana como una burbuja suspendida en el vacío. Si el modelo occidental consumista y capitalista puede perpetrarse es solo gracias a la explotación llevada adelante en las confrontaciones de otros animales y del planeta sobre el que todxs habitamos (animales humanos y no humanos, plantas, elementos naturales). En este caso el efecto concreto, material de la opresión es muy evidente (exterminio de miles de animales cada año, deforestación, contaminación, etc.) pero para combatir hay también las ideologías que, a la base, justifican estas aberraciones practicadas por los seres humanos en busca de provecho: antropocentrismo, especismo, acumulación capitalista, visión científica y mecanicista del mundo.
Ninguna ideología revolucionaria que tenga en consideración solo uno de los aspectos del poder podrá jamás ser liberadora. No tenemos nada que salvar de este mundo y de sus valores, no nos basta destruir una parte y dejar intacto el resto, queremos su subversión total. A las tristes ideologías y a los dogmas que sostienen el dominio, no respondemos con otras ideologías, sino con nuestra existencia llena, rebelde y irreductible, con nuestro ataque alegre e imprevisible.