Transgénicos: del maíz a la transgenia animal

La agricultura transgénica está de capa caída dentro de los países más desarrollados del planeta. A día de hoy solamente cinco de los veintiocho países de la Unión Europea cultivan especies transgénicas. Así, vistas las desventajas ecológicas, sociales y medioambientales de los cultivos transgénicos, éstos se han visto desplazados hacia lugares con menos recursos y menor presión social, donde su cultivo, de manera extensiva, es más sencillo y son menores los inconvenientes y la oposición a los mismos. Sin embargo, Aragón se sigue contando entre esos lugares en los que gran parte del terreno cultivado está basado en cultivos transgénicos, fundamentalmente maíz. Según el Ministerio de Agricultura, en España se plantaron el año pasado un total de 136.962 hectáreas, de las cuales 54.451 están en Aragón, que afianza su posición como el mayor productor de la Unión Europea, con el 40% de la producción europea.

Sin embargo, la biotecnología avanza a pasos agigantados, y los cultivos transgénicos, ya normalizados, casi son ya cosa del pasado. El camino que está tomando el progreso biotecnológico tiende de la transgenia vegetal a la transgenia animal, desarrollando avances en el campo de los animales modificados genéticamente.

Hacia finales de 2013, la empresa británica Oxitec solicitó autorización para la suelta de moscas transgénicas en los olivos de la comarca de Tarragona. Su objetivo era reducir los daños causados por la mosca del olivo, cruzando organismos genéticamente modificados con otros naturales, de manera que la modificación genética afectase al desarrollo de las nuevas hembras, que morirían en fase larvaria, reduciendo así la población de moscas. La empresa Oxitec argumentaba que de esta manera se regulaba el uso de pesticidas químicos para tratar esta “plaga”, dándoselas de ecologistas.

El proyecto, que habría supuesto la primera liberación en europa de animales transgénicos, al final no se llevó a cabo. Sin embargo, de haberse llevado a cabo habría supuesto la alteración total del equilibrio natural, un paso más en la progresiva artificialización de la naturaleza y, sobre todo, habría sentado un precedente para la generalización de este tipo de actividades antinaturales. Es de subrayar también que la poca oposición que ha habido a este proyecto, desde grupos ecologistas reformistas, se ha basado en la posible pérdida de calidad del aceite y en la más que probable extensión de las moscas transgénicas, que podrían llegar al territorio aragonés.

Sin embargo, ya se han dado casos de liberación de animales transgénicos. Hace unos meses, Panamá llevó cabo la suelta de más de 5,7 millones de mosquitos transgénicos de la especie Aedes aegypti, el mosquito transmisor del dengue. La empresa encargada de la modificación del mosquito fue de nuevo Oxitec, la misma de la mosca del olivo. El procedimiento con estos mosquitos es similar al de la mosca del olivo, tras la reproducción entre un mosquito modificado y otro sin modificar, las crías mueren antes de llegar a su fase adulta, intentando reducir la “epidemia” del dengue. Sin embargo esta práctica, que en medios de comunicación convencionales y de masas se ha llegado a considerar un fraude, podría podría producir un tipo de dengue más “poderoso”, suponer el avance de otras especies de insectos más peligrosos para la salud y otras tantas repercusiones aún por averiguar.

Recientemente, el gobierno de Brasil ha aprobado también la liberación comercial de mosquitos transgénicos con el mismo fin de frenar la epidemia de dengue, siendo la primera vez en la historia que se aprueba la venta de animales transgénicos para su suelta.

Oxitec ya liberó mosquitos transgénicos de manera experimental en Islas Caimán, Malasia y Brasil y planifica hacerlo este año en el estado de Florida, Estados Unidos. Entre los países que analizan la propuesta están Panamá, India, Singapur, Tailandia, Vietnam, Filipinas, Trinidad y Tobago, y Costa Rica.

Es necesario recalcar que la fiebre del dengue no es mortal, y que su correcta superación depende del acceso a agua limpia para la higiene y la hidratación, de tener una alimentación adecuada y una vida sana.

Por otra parte, el mosquito del dengue se desarrolla de manera masiva debido a la aparición de aguas estancadas y sucias, lo cual es consecuencia directa de la destrucción de la naturaleza por parte del sistema tecnoindustrial, que no cesa en su interés por “cercar” los ríos y que es el causante de la desertificación y la destrucción de áreas naturales en lugares de interés, fundamentalmente energético.

De esta manera, la biotecnología dice pretender eliminar los problemas que la misma sociedad tecnológica causa, ya que para que las sociedades tecnológicas se mantengan requieren de que una gran parte de la población mundial se encuentre en condiciones inhumanas con el fin de poder explotar los recursos naturales y humanos que en ellas se encuentran, dejándolas por tanto moribundas y desamparadas.

Desde mi punto de vista, la oposición a la transgenia, sea vegetal o animal, debe pasar por una crítica global de la biotecnología y de la sociedad tecnológica, entendiéndola como un verdadero virus encargado de eliminar la poca relación que todavía tiene la especie humana con la naturaleza de la que antes formaba parte y de exterminar a las pocas sociedades preindustriales que se mantienen firmes en sus convicciones y en su modo de vida natural y salvaje.

La biotecnología no supone sino un paso más en el control total del mundo al que aspira la especie humana, asentando la tecnología y la ciencia como la nueva religión, a la que millones de personas se han sometido sin plantearse en ningún momento el camino por el que están siendo conducidos.

 

*Artículo extraído del Boletín Moai 9 de setiembre del 2014*